CRÍTICA: Una obra atemporal y un retrato de Cervantes

El retablo de las maravillas

Por Luna Longoria

 


cartel


 

En “El retablo de las maravillas”, la compañía Morfeo Teatro nos acoge en sus brazos para presentarnos, de la mano de Francisco Negro, una amalgama de los entremeses y textos de Cervantes. Pocas veces un título consigue aludir con precisión su contenido, y en éste caso es una de esas veces, pues se trata de un maravilloso retablo en varios tiempos y planos. Esta actual obra de Cervantes, escrita en el Siglo de Oro, no puede llegar en mejor momento ni de mejor manera.

 

Usando como guión principal el entremés de “El Retablo de las maravillas”, donde nada es lo que parece  ni lo que dice ser, ni siquiera sus propios personajes. Su argumento se desarrolla en una aldea, donde llegan dos personajes: Chanfalla, el dueño del retablo y Chirinos, su compañera. Los dos, conseguirán enredar al alcalde, al tesorero y a su mujer y al gobernador del pueblo. Éstos querrán ver el retablo, famoso por tener una particularidad; únicamente será visible para aquellas personas que sean cristianos viejos o hijos bastardos. Éste entremés jocoso y burlesco, juega con la apariencia y la realidad, mezclando otras piezas de Cervantes como “El coloquio de los perros”, “El juez de los divorcios” o “Don Quijote de la Mancha” entre otros, e incluso llega el propio Cervantes al escenario, gracias a lo cual, escucharemos sus propios textos que a pesar del paso del tiempo, siguen teniendo el mismo sentido, más ahora si cabe.

 

Francisco Negro nos presenta una obra compacta, en la cual, teniendo como eje central el retablo, podemos observar un segundo lienzo, donde se ve la imagen de Cervantes su recorrido, su sabiduría y su lucha en esta sociedad por conseguir un fin moral a través del teatro y una trascendencia dramática. El encuentro de estos textos- los entremeses y los poemas de cervantes-  y entre dos tiempos-las vanguardias y el siglo de oro- provoca que admiremos la magia del teatro aún más si cabe.

Si quisiéramos representar este entremés cervantino, seguramente nos acogeríamos a la imagen clásica del siglo de Oro, vistiendo galas incómodas y apretadas con colores pasteles o dorados. En la versión de Morfeo teatro, la estética se presenta bajo un manto de tonos grises y frente a una habitación cubista, que en el reina Sofía recoge a los personajes del Guernica. Así, parece que ésta puesta en escena, acogerá las barbaries que una vez fueron plasmadas en técnicas cubistas por Picasso. Su mobiliario no nos deja lugar a dudas. Sorprendentemente, en Morfeo  Teatro, se plasman estos dos tiempos; las vanguardias del cubismo y el siglo de Oro. No sólo su escenografía nos invita a reconocer esta técnica cubista, donde la esencia es la clave del significado del cuadro y las formas no son lo que parecen. Donde sólo nos queda la lectura de lo que nosotros creemos que representan, a veces son formas deformes y otras, como en un juego, descolocadas dentro del cuadro. Sino que también la estética de los actores, su atuendo y maquillaje, parecen sacados de éste, con tonos neutros algunos y otros, como Chanfalla y Chirinos  con algunos colores más, reflejando su distanciamiento de los otros personajes, donde en sus mentes la opulencia y la apariencia son las leyes que rigen su existencia plasmada en la obra en tonos negros y blancos.

 

Este paralelismo en el que nos introduce Morfeo Teatro entre vanguardias y siglo de Oro nos recuerda, por si la obra no era suficiente, lo actual que resulta este texto. Su composición vierte un guiño sobre las más recientes obras que recordamos en la sociedad, y a la vez, nos presenta una obra donde lo cubista se observa incluso entre los trazos de un gran entremés. Todo esto acompañado de una gran interpretación y dirección no deja indiferente. Si quieren disfrutar de una pieza fundamental en la literatura, buen teatro y a la vez ser testigos de los defectos de la sociedad actual, no duden en acudir el día 10 de Diciembre a San Sebastián en el programa de Ciudad Europea de la Cultura 2016.

 

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