SERIE: Fran Lebowitz, protagonista absoluta en lo nuevo de Scorsese para Netflix

 

Martin Scorsese es “Marty” en la industria del cine, un diminutivo cariñoso que solo algunos tienen el legítimo derecho de usar. Es el caso de Fran Lebowitz, la ensayista estadounidense que protagoniza «Supongamos que Nueva York es una ciudad, una miniserie de entrevistas para Netflix en la que, precisamente, el entrevistador es su gran amigo Marty.  

Lo primero que llama la atención es esto mismo, es decir, que el archiconocido director italoamericano pase a un segundo plano para dejar que ella se convierta en el centro de atención. No es complicado: Lebowitz es un torrente de titulares, llenos de sarcasmo y espíritu crítico, en unas entrevistas afables en las que Scorsese se limita a darle el pie (y reírle, y mucho, las gracias) para que la intelectual despliegue las armas de su incisiva retórica.  

La serie, compuesta por 7 capítulos de unos 30 minutos, trata sobre diversas y aparentemente inconexas temáticas con la ciudad de Nueva York como protagonista, escenario y, en definitiva, leitmotiv de las digresiones existenciales de Lebowitz: cultura, transporte urbano, cuestiones presupuestarias… Quizá uno de los momentos más hilarantes del documental, y hay bastantes, sea aquel en que se trata el tema de los deportes: para no desvelar nada, digamos que Lebowitz está lejos de ser una usuaria habitual de las páginas de pronósticos deportivos.

Si bien las malas lenguas aseguran que este proyecto surge del deseo de Scorsese de paliar la mala situación económica por la que atraviesa la ensayista (además de constituir una versión extendida del documental “Public Speaking” para HBO que firma el propio Scorsese), no es menos cierto que escucharla en un tono relajado, casi confidencial, hablar de lo divino y de lo humano es toda una experiencia: incluso en aquellas afirmaciones categóricas que no compartimos, entendemos el pensamiento de una mujer independiente en un sentido muy amplio de la palabra. Lo políticamente correcto no tiene cabida en un discurso labrado durante décadas en los márgenes de lo convencional. Sin duda, una influencia clara para algunos de los cómicos de stand-up más actuales. 

Amiga de los artistas de esa época dorada para la cultura underground que fueron los setenta en la Gran Manzana, Lebowitz proyecta al rememorar una faceta de cronista de su época, casi de maestra del “gossip” de la intelectualidad, que resulta francamente atractiva. Con total naturalidad, la escritora evoca escenas y encuentros con importantísimas personalidades. También se apoya la narración en fragmentos de entrevistas y otro tipo de apariciones públicas de Lebowitz en el que comprobamos que su tono gruñón no es fruto de la edad, sino característica innata de una personalidad, sin embargo, sumamente cautivadora.