CRÍTICA: “La guerra de nuestros antepasados” Aquí no vale ser pacífico

Por Irene Garher

 

 

¡Apunten! 

¡Disparen! 

¡Fuego! 

Esas han sido las tres palabras que sin darnos cuenta nuestros antepasados han oído miles de veces, parece que no aprendemos la gran lección de la Historia. La guerra de nuestros antepasados , obra de Miguel Delibes, adaptada por Eduardo Galán e interpretada por el gran actor de cine español de los noventa Carmelo Gómez y un actor con mucha trayectoria sobre las tablas Miguel Hermoso nos relata esa violencia incrustada durante siglos y siglos y cómo los buenos , por así decirlo, no sirven para este mundo. 

Los hechos tienen lugar en la cárcel por la cual Pacífico , preso que ya lleva veinte años retenido, va a ser juzgado de nuevo por asesinato de un guardia de prisión, pero antes mantendrá una conversación con un doctor que le va a hacer miles de preguntas. En sí la pieza teatral se divide en dos partes: en la primera conocemos la infancia de Pacífico un niño altamente sensible y que su padre, abuelo y bisabuelo le cuentan anécdotas de guerra y le incitan en que un día llegará su guerra tanto que sus familiares asocian el ser hombre con la lucha y en la segunda se recalca cómo mantiene esa inocencia de niño y que ésta le va a llevar a inculparse de un hecho que no cometió provocando que el doctor tenga que decidir entre cumplir su palabra o ir con la conciencia tranquila. 

Es curioso como Miguel Delibes en sus obras analiza de dónde venimos mediante personajes, mayoritariamente masculinos, que no encajan y que intentan ser lo qué los demás quieren que sean ,pero no lo consiguen y cómo los espectadores al ver esta obra nos sentimos identificados aunque se nos represente otra España. Además hay que destacar la naturalidad, cercanía y humor de los diálogos que incluso nos recrean personajes u objetos que no aparecen en escena. 

También destaco cómo la escenografía es un gran elemento para llevarnos a ese viaje siguiendo la gran frase de :menos es más 

Por ello recomiendo esta obra para aquellos que aún creen que sentados en unas butacas se puede viajar dentro del alma de un ser tan frágil como es Pacífico, un hombre en constante zarandeo e incomprendido toda su vida.

Irene Garher 

Lo mejor: El personaje de Candi y la escena del perro. 

Lo peor: A veces las intervenciones del médico me parecían que rompían la magia de las palabras de la protagonista.