NY: ‘Chicago’ Un Clásico que Sigue Cautivando en Broadway

El Ambassador Theatre sigue albergando con fuerza el icónico musical Chicago, un espectáculo que ha logrado consolidarse como uno de los pilares de Broadway durante más de dos décadas. La función del 23 de enero a la que acudimos reafirma el porqué de su longevidad: una propuesta minimalista pero potente que, lejos de restarle encanto, pone en primer plano lo esencial del teatro: la interpretación. Un espectáculo que sigue siendo relevante, vibrante y cautivador, en el que la coreografía inconfundible, los números musicales icónicos y un elenco comprometido mantienen vivo el espíritu de Bob Fosse, la genialidad de la música de Kander y Ebb, y la atmósfera única de la era del jazz de los años 20.

Uno de los aspectos más sobresalientes de la producción sigue siendo la presencia de una orquesta en vivo, situada de manera estratégica en el escenario, lo que no solo le da vida a la música, sino que la convierte en un personaje más dentro del relato. La dirección musical logra un equilibrio perfecto entre la nostalgia de los números clásicos y una interpretación fresca que mantiene al público a la vanguardia de la energía del espectáculo. Las piezas como «All That Jazz» y «Cell Block Tango» no solo se ejecutaron con una maestría sobresaliente, sino que fueron profundamente interactivas, con la orquesta reaccionando en tiempo real a las tensiones dramáticas y cómicas que se desarrollaban en el escenario.

La destreza y cohesión del elenco fueron igualmente impresionantes. Cada miembro del reparto logró aportar una energía inconfundible al escenario, fusionando una técnica impecable con una interpretación emocionalmente rica. Desde las coreografías cargadas de sensualidad hasta los momentos de tensión dramática, la precisión de los movimientos, propia del estilo Fosse, se mantuvo intacta. En particular, el ensemble —compuesto por un talentoso grupo de bailarines y actores— fue esencial para llevar a cabo esta producción con una energía colectiva que se percibió en cada momento. John Michael Fiumara, Nicole Benoit, Barrett Martin, Mikayla Renfrow, Rachel Schur, Celina Nightengale, Christine Cornish, Tia Altinay, R. Lowe, Michael Scirrotto, Jeff Gorti, Denny Paschall, Drew Nellessen y Jermaine R. Rembert lograron un trabajo técnico impecable que, además de aportar fluidez y carácter a las coreografías, sumaron una carga emocional que potenció cada una de las escenas. El ensemble no solo ejecutó los números con precisión, sino que, como un todo, dio vida a las situaciones de corrupción, glamour y traición, mostrando la unidad y la tensión característica del Chicago de los años 20.

En los papeles principales, Kimberly Marable se destacó como Velma Kelly, aportando una presencia arrolladora que fue el eje de toda la función. Su interpretación vocal se destacó por su fuerza y matices, especialmente en «All That Jazz», donde el público pudo sentir toda la pasión y la audacia del personaje. Marable supo captar la esencia de Velma, una mujer de carácter fuerte, calculadora, pero con una vulnerabilidad que se asoma en sus momentos más oscuros.

Por otro lado, Erika Jayne como Roxie Hart logró una conexión inmediata con el público, no solo por su gran presencia en el escenario, sino por la habilidad de humanizar a su personaje, a pesar de su naturaleza egoísta y manipuladora. Jayne logró equilibrar la comedia con momentos de una tragedia más profunda, lo que dio al personaje un tono auténtico.

Max von Essen, en el papel de Billy Flynn, trajo consigo una gran destreza vocal, pero fue su capacidad para transmitir la arrogancia y el cinismo de este abogado en busca de fama lo que realmente definió su personaje. En cuanto a Greg Hildreth como Amos Hart, su interpretación de «Mister Cellophane» fue uno de los momentos más emotivos de la noche. Hildreth capturó perfectamente la melancolía del personaje, el hombre invisible que se queda al margen de la acción y cuya vulnerabilidad tocó el corazón del público.

Nakiya Peterkin, como Mama Morton, se presentó como una figura de autoridad que no temía mostrar su poder y su astucia en «When You’re Good to Mama». La energía que aportó al escenario, junto con su interpretación vocal, le permitió conquistar a la audiencia con su presencia imponente y su interpretación auténtica.

La siempre intrigante Mary Claire King, como Mary Sunshine, aportó un toque cómico y refrescante al espectáculo, con un rendimiento que no solo aligeró el tono, sino que también añadió un toque satírico al mundo del espectáculo dentro del propio musical.

Un aspecto que no puede dejar de mencionarse es la dirección coreográfica, que mantiene intacto el espíritu de Chicago tal y como fue concebido en su versión original, pero con toques contemporáneos que permiten a la producción seguir brillando hoy en día. Los movimientos de los bailarines no son meramente decorativos, sino que se integran a la perfección con la narrativa, convirtiéndose en una extensión natural de las emociones que se exploran en el escenario. El trabajo de la coreografía, bajo la dirección de un talentoso equipo, ha logrado conservar la sensualidad, el ritmo y la precisión que se espera de un musical que tan bien representa la era dorada de Broadway.

En cuanto al vestuario, continúa siendo un elemento fundamental para transmitir la estética y la época del musical. Los trajes de corte impecable, en tonos oscuros y sofisticados, no solo son visualmente impactantes, sino que son el reflejo de los tiempos de corrupción, glamour y jazz en el Chicago de los años 20. Cada prenda, cada detalle, está diseñado para resaltar no solo la belleza de los actores y bailarines, sino también la energía de una época marcada por la contradicción entre la exuberancia y la oscuridad.

A pesar de los años que han pasado desde su estreno, Chicago sigue siendo un espectáculo que demuestra que, con una ejecución precisa, un elenco comprometido y una producción que se adapta y evoluciona, la magia del teatro puede seguir cautivando a nuevas audiencias. La simplicidad en el diseño y la fuerza de la interpretación son los ingredientes clave que hacen de este musical una experiencia inolvidable. La función del 23 de enero fue una prueba más de que Chicago es, y seguirá siendo, un hito del teatro musical.