MUJER: Millie Bobby Brown y el derecho de las mujeres a crecer sin ser juzgadas

A pocos días del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos encontramos nuevamente con una realidad que se repite una y otra vez: la sociedad sigue sin permitir que las mujeres crezcamos con libertad. Esta vez, la voz que lo denuncia es la de Millie Bobby Brown, quien ha señalado con claridad y valentía algo que no solo le afecta a ella, sino a todas las mujeres que hemos sentido la presión de encajar en expectativas ajenas.

La actriz, que comenzó su carrera con apenas 10 años, ha crecido bajo la mirada pública. Y aunque su talento y esfuerzo la han llevado a consolidarse como una figura reconocida, muchos parecen incapaces de aceptar su evolución. Como ella misma expresa, la sociedad no le ha permitido crecer de forma natural; en cambio, la han convertido en blanco de ataques y cuestionamientos por el simple hecho de haberse convertido en una mujer. Su rostro, su cuerpo, su estilo de vida, todo ha sido puesto bajo una lupa implacable, como si tuviera que justificar cada cambio en su apariencia.

El problema no es nuevo ni exclusivo del mundo del espectáculo. Es un reflejo de una estructura que sigue imponiendo a las mujeres estándares inalcanzables: debemos ser jóvenes, pero no demasiado ingenuas; atractivas, pero sin llamar demasiado la atención; seguras, pero sin parecer desafiantes. Y si tomamos el control de nuestra imagen o de nuestra historia, el castigo es inmediato: críticas despiadadas, burlas y titulares diseñados para alimentar una conversación dañina.

La violencia disfrazada de opinión

Lo más preocupante es que este escrutinio no proviene solo de redes sociales o de individuos anónimos. Son medios de comunicación, periodistas y escritores –muchos de ellos adultos, algunos incluso mujeres– quienes han convertido el aspecto de Millie en tema de debate. En lugar de analizar su carrera, su crecimiento profesional o su impacto en la industria, han optado por titulares crueles que buscan reducirla a su apariencia.

«¿Por qué los jóvenes de la Generación Z envejecen tan mal?», preguntó un artículo. «¿Qué le pasó a la cara de Millie Bobby Brown?», tituló otro. En ambos casos, el mensaje es claro: crecer es un problema, y hacerlo fuera de los estándares impuestos por los medios es inaceptable.

Pero la pregunta que realmente deberíamos hacernos es: ¿por qué seguimos normalizando este tipo de discurso? ¿Por qué la transformación natural de una mujer sigue siendo objeto de juicio? Y, sobre todo, ¿qué dice esto de nuestra sociedad y de nuestra incapacidad para aceptar que las mujeres son dueñas de su propia imagen?

Una exigencia constante e imposible

El caso de Millie Bobby Brown nos recuerda a muchas otras mujeres que han sido sometidas a un escrutinio similar. Actrices, cantantes, modelos y hasta figuras políticas han sido reducidas a su apariencia en innumerables ocasiones. Recordemos cómo Emma Watson fue criticada por adoptar una postura feminista mientras algunos medios solo se enfocaban en su vestimenta. O cómo Selena Gomez ha sido objeto de comentarios crueles por los cambios en su cuerpo debido a una enfermedad autoinmune. La historia se repite una y otra vez, con distintos nombres pero con el mismo mensaje: las mujeres nunca podemos hacerlo bien.

Si somos demasiado jóvenes, nos infantilizan. Si crecemos, nos acusan de cambiar demasiado rápido. Si envejecemos, nos critican por no mantenernos «intactas». Nos exigen belleza eterna, pero también nos atacan si decidimos modificar nuestra imagen con maquillaje o procedimientos estéticos. Nos piden naturalidad, pero nos castigan por mostrar imperfecciones.

El problema es que esta narrativa no solo afecta a las figuras públicas. Se extiende a todas las mujeres, en todos los ámbitos. Desde la adolescente que siente la presión de encajar en los estándares de belleza irreales que ve en redes sociales, hasta la profesional que teme que su edad afecte sus oportunidades laborales. Millie Bobby Brown solo está poniendo palabras a lo que muchas hemos experimentado en silencio.

Hacia un cambio real

Lo que esta situación deja en evidencia es que el problema no es Millie, ni su rostro, ni su edad. El problema es una sociedad que sigue empeñada en definir a las mujeres por su apariencia y en someterlas a una vigilancia constante. Y lo más preocupante es que muchas veces, estas críticas provienen de otras mujeres, perpetuando un ciclo de violencia que deberíamos estar combatiendo juntas.

Como bien dice Millie: «Siempre hablamos de apoyar y elevar a las mujeres jóvenes, pero cuando llega el momento, parece más fácil derribarlas para obtener clics». Y es cierto. Nos llenamos de discursos sobre sororidad, pero ¿cuántas veces hemos sido parte del problema? ¿Cuántas veces hemos consumido contenido que reduce a las mujeres a su físico? ¿Cuántas veces hemos replicado comentarios sobre cómo alguien «se ve mayor» o «se ha descuidado»?

Si realmente queremos un cambio, debemos empezar por cuestionar nuestras propias actitudes y rechazar estos discursos. Debemos exigir que los medios hagan un mejor trabajo y dejen de alimentar titulares que solo refuerzan la idea de que la apariencia de una mujer es lo más importante de ella. Y sobre todo, debemos aprender a permitirnos crecer, cambiar y evolucionar sin miedo al juicio ajeno.

Este 8 de marzo, recordemos que la lucha por la igualdad no solo implica exigir derechos políticos o laborales. También significa desafiar las narrativas que nos han oprimido durante años. Significa reconocer que cada mujer tiene derecho a crecer en sus propios términos, sin ser reducida a su apariencia, sin ser juzgada por los cambios naturales que conlleva la vida.

Millie Bobby Brown ha alzado la voz por ella y por todas. Ahora nos toca a nosotras asegurarnos de que su mensaje no quede en el olvido.