TEATRO: ‘Nerium Park’ Un thriller de silencios que grita más fuerte que las palabras
El teatro tiene la capacidad única de sumergirnos en la mente y las emociones de sus personajes, y Nerium Park lo logra con una fuerza inusual. Esta propuesta de Josep Maria Miró, dirigida por Jorge Gonzalo y protagonizada por Susana Abaitua y Félix Gómez, transforma la escena en un espacio de alta tensión emocional donde el miedo y la desesperanza se filtran en cada gesto, cada silencio, cada mirada.
La historia nos sitúa en una urbanización aparentemente perfecta, donde Marta y Carlos, una pareja joven y con un futuro prometedor, intentan construir una vida juntos. Pero algo no funciona. La ausencia de vecinos, la incertidumbre laboral y una inquietante presencia exterior convierten su refugio en una trampa psicológica. Sin necesidad de efectismos ni grandes giros, la obra se adentra en lo más profundo de la condición humana: el miedo a la soledad, la fragilidad de las relaciones y el peso de las decisiones equivocadas.
Si Nerium Park funciona tan bien como thriller teatral es, en gran parte, por la entrega absoluta de sus dos protagonistas. Susana Abaitua y Félix Gómez se enfrentan a un texto que exige precisión, matices y una evolución constante, y ambos lo sostienen con una maestría que atrapa al espectador desde el primer momento.
Abaitua construye una Marta llena de capas: comienza con un aire de ilusión y confianza, pero poco a poco va mostrando grietas, dudas, hasta transformarse en una mujer que lucha por mantener la cordura en medio de un entorno que se vuelve opresivo. Su capacidad para transmitir angustia sin recurrir a grandes explosiones emocionales es impresionante. Cada cambio en su tono de voz, cada pausa, cada mirada contiene una carga dramática que nos obliga a seguirla con atención, a intentar descifrar junto a ella qué es real y qué es producto del miedo.
Por su parte, Félix Gómez nos regala un Carlos que transita por un arco dramático complejo. Su interpretación es un ejercicio de contención y progresivo desmoronamiento. Al inicio, lo vemos seguro de sí mismo, con la convicción de que todo está bajo control, pero a medida que la historia avanza, su voz, su postura y su mirada nos muestran a un hombre cada vez más derrotado, más aislado de su pareja y de sí mismo. Su trabajo físico es notable: no necesita palabras para expresar el peso que carga su personaje, lo vemos en su forma de moverse, en cómo ocupa el espacio, en su manera de evitar o sostener la mirada de Marta.
El equilibrio entre ambos actores es clave para que la obra funcione. No hay un protagonista claro; en su interacción, en la energía que comparten, en la manera en que se responden con sus cuerpos y sus silencios, está la verdadera magia de Nerium Park. La química entre ellos es tan precisa que no hay una línea, un gesto o un respiro que se sienta fuera de lugar.
Pero Nerium Park no solo se sostiene en sus intérpretes. La puesta en escena es clave para generar esa sensación de amenaza constante. La escenografía de Monica Boromello, aparentemente simple, se convierte en un reflejo del estado emocional de los protagonistas: un hogar que debería ser un refugio, pero que se siente cada vez más asfixiante. La falta de elementos superfluos en el espacio refuerza la idea de aislamiento, de una vida que poco a poco se reduce a lo esencial, a la supervivencia emocional.
La iluminación de Víctor Longás juega un papel fundamental en la atmósfera de la obra. La luz es cálida y acogedora en un inicio, pero a medida que avanza la historia, se vuelve más fría, más agresiva, generando sombras que parecen acechar a los personajes. Es un diseño que transforma la escena sin necesidad de cambios bruscos, guiando la percepción del espectador sin que este se dé cuenta.
La música original de Orestes Gas y el diseño sonoro refuerzan la sensación de inquietud. Los silencios son casi tan importantes como los sonidos: pausas largas, respiraciones entrecortadas, ecos de una casa demasiado vacía. Todo suma para crear una tensión que se siente en el aire, que mantiene al espectador al borde del asiento sin necesidad de sobresaltos.
Más allá de su historia atrapante y su puesta en escena minimalista pero efectiva, Nerium Park es una obra que se apoya por completo en la verdad de sus intérpretes. Abaitua y Gómez sostienen la tensión con una precisión quirúrgica, transformando cada escena en un juego de poder, duda y desconfianza donde el público se convierte en testigo silencioso de una relación al borde del colapso.
El resultado es una experiencia teatral absorbente, donde el talento actoral y la inteligencia escénica se combinan para generar una obra que no solo se ve, sino que se siente. Un thriller sin estridencias pero cargado de intensidad, que nos recuerda que, en ocasiones, el verdadero peligro no viene del exterior, sino de lo que dejamos crecer en nuestra propia mente.