LIBROS: La muy catastrófica visita al zoo, de Joël Dicker

Con La muy catastrófica visita al zoo, Joël Dicker se atreve a lo impensable: desmontar el suspense adulto y reconstruirlo desde la ternura, la sátira y la mirada lúcida de una niña que jamás pierde la capacidad de asombro. Sí, el autor suizo que conquistó al mundo con La verdad sobre el caso Harry Quebert se reinventa ahora con una novela para todos los públicos. Y lo hace con una destreza que no solo sorprende, sino que emociona.

Narrada con la voz desarmante y brillantemente ingenua de Joséphine, una niña que quiere inventar palabrotas y escribir diccionarios, esta historia se enreda en lo aparentemente banal: una visita escolar al zoológico que termina en desastre. Pero esa catástrofe no es sino la punta de un iceberg de pequeñas hecatombes cotidianas: una escuela inundada por plastilina, un espectáculo de Navidad cancelado, una democracia escolar tambaleante y un director de colegio que no teme mezclar pedagogía y política con brócolis y pizzas.

Dicker despliega aquí una comedia de enredos que se lee con la ligereza de un cuento y el fondo crítico de una fábula contemporánea. Bajo la superficie infantil, palpitan temas tan serios como la inclusión, la censura, el poder de las minorías ruidosas o el silencioso naufragio de la democracia cuando se vota poco… o se vota mal. Todo ello sin perder el humor, ni la ironía, ni ese ritmo narrativo que ya es marca de la casa.

Uno de los grandes aciertos de esta novela es su coral de personajes: desde el hipocondríaco Artie hasta el silencioso Yoshi, pasando por la entrañable abuela de Giovanni —auténtica Sherlock Holmes de sofá y cigarrillo—. Cada figura aporta una arista distinta, una lección disfrazada de carcajada, una pizca de ternura o de sátira.

Más que una obra juvenil, La muy catastrófica visita al zoo es un puente generacional. Puede leerse en familia, debatirse en clase, recomendarse entre colegas. Es literatura de encuentro, de esas que invitan a cerrar el libro con una sonrisa cómplice… y abrir el debate con una pregunta urgente: ¿en qué momento dejamos de pensar como niños y empezamos a actuar como adultos confundidos?

Con apenas 232 páginas y el poder de una parábola, esta novela confirma que Dicker no solo es maestro del misterio, sino también del alma humana. Cambia el crimen por la infancia, pero mantiene la intriga, los giros inesperados y una capacidad conmovedora para conectar con el lector.

Para todos los públicos. Y para todo aquel que aún cree en la magia de contar historias con inteligencia, humor y una buena dosis de crítica social.