CINE: ‘Tras el verano’ cuando el amor no necesita apellidos
¿Qué ocurre cuando el amor de una madre no está respaldado por un documento? ¿Qué sucede cuando los lazos afectivos se forjan con el tiempo, el cuidado y la presencia, pero no con el ADN? Estas preguntas, cargadas de peso emocional y complejidad legal, son el motor narrativo de Tras el verano, la ópera prima de Yolanda Centeno que se estrena en cines el próximo 16 de mayo, distribuida por Alfa Pictures.
Estrenada con calurosa acogida en el Festival de Málaga, la cinta nos introduce en el universo de las familias reconstituidas, donde los vínculos se negocian, se construyen y, a veces, se rompen sin protección alguna. Centeno firma un debut sólido y delicado, que, sin caer en el sentimentalismo, abre un debate urgente: ¿cuánto vale un vínculo cuando la ley no lo reconoce?
Paula (interpretada con honestidad y ternura por Alexandra Jiménez) ha construido una vida con Raúl (Juan Diego Botto) y Dani, el hijo de este. Aunque no es la madre biológica del niño, Paula se ha convertido, día tras día, en una figura materna esencial. Sin embargo, cuando la pareja entra en crisis, la continuidad de esa relación con Dani queda amenazada. La posibilidad de que una ruptura amorosa implique una despedida definitiva con el niño al que ha criado, sin derechos ni consideración legal, convierte este drama íntimo en una reflexión profunda sobre la fragilidad de los afectos “no oficiales”.
El guion, coescrito por la propia Centeno junto a Jesús Luque, evita el trazo grueso y apuesta por una narrativa emocionalmente contenida, sin aspavientos ni dramatismos impostados. La historia avanza con naturalidad, dejando que los silencios, los gestos y los detalles cotidianos hablen por los personajes.
La cámara de Centeno observa con respeto y sin juicios, posicionándose del lado de lo humano más que de lo legal. La fotografía de José Luis Bernal contribuye a esa mirada íntima con una paleta cálida y melancólica, que acompaña visualmente la sensación de fin de ciclo. El montaje de Antonio Frutos y la música de Pablo Cervantes aportan ritmo emocional y sensibilidad sin manipular al espectador.
El trío protagonista ofrece interpretaciones creíbles y matizadas. Jiménez sostiene la película con una interpretación generosa, cargada de verdad, mientras que Botto aporta equilibrio como padre dividido entre dos amores. Ruth Gabriel, en un rol secundario, deja también una huella sólida. Pero es Alejandro López, en su debut como Dani, quien se roba muchas escenas con una naturalidad conmovedora, lejos de cualquier artificio.
Yolanda Centeno —formada en la New York Film Academy y seleccionada por Variety como una de las “10 Spanish Directors to Watch”— demuestra con Tras el verano una madurez creativa que va más allá de una primera película. Heredera de una sensibilidad gestada en el cortometraje, la directora logra aquí mantener el pulso narrativo durante sus 97 minutos sin perder nunca el foco emocional ni la intención social. Lejos de buscar titulares fáciles, Centeno pone el acento donde más duele: en ese limbo en el que quedan quienes aman sin reconocimiento legal.
Tras el verano es una película pequeña en escala pero grande en resonancia. Un drama íntimo que da voz a realidades poco visibilizadas en el cine y que plantea una reflexión urgente en tiempos de estructuras familiares cambiantes. Sin pretensiones ni estridencias, Yolanda Centeno entrega una historia honesta, valiente y profundamente empática que merece ser vista, discutida y recordada.
Una ópera prima que confirma a Centeno como una directora con algo que decir, y, lo que es aún más importante, con una forma propia de decirlo.