LIBROS: Tamara Gorro narra el regreso desde el abismo con una honestidad que desarma
La herida, cuando se nombra, deja de supurar en silencio. Eso parece decirnos Tamara Gorro en su nuevo libro Ahora que vuelvo a vivir (HarperCollins), un testimonio que desborda intimidad y crudeza sin perder, en ningún momento, su vocación de espejo. Porque si algo consigue esta obra es proyectar una historia individual hacia lo colectivo, trazar puentes entre su dolor y el de tantos lectores que aún no se atreven a ponerle palabras al suyo.
Este no es un libro de autoayuda. Es, más bien, una autoexploración a corazón abierto. La autora, figura mediática de la televisión española y voz habitual en redes sociales, aparca el artificio del personaje para entregarnos a la persona. Con 244 páginas de escritura descarnada, Gorro reconstruye un mapa emocional fragmentado por la depresión, los duelos íntimos, las inseguridades y la autoexigencia llevada al extremo.
En una época donde la salud mental se reclama cada vez con más fuerza como asunto de relevancia pública, Tamara Gorro ofrece un relato con el valor de quien no se esconde. La narrativa fluye desde una primera persona vulnerable pero lúcida, que no teme mostrarse rota, confundida, incluso contradictoria. Y eso la vuelve poderosa. Hay en estas páginas un relato de caída, sí, pero también —y sobre todo— de reconstrucción. No en clave heroica, sino cotidiana: desde la necesidad de pedir ayuda profesional hasta el abrazo de una madre o la mirada limpia de un hijo.
Literariamente, el libro apuesta por una prosa sencilla, directa, con pasajes de fuerte carga emocional que combinan confesión con reflexión. No hay una estructura argumental convencional: lo que guía al lector es un pulso emocional honesto, como si cada capítulo naciera justo cuando Gorro es capaz de enfrentarse a ese recuerdo en particular. El efecto es íntimo, casi de diario privado que, sin embargo, resuena con la fuerza de lo universal.
Uno de los aspectos más notables es su tratamiento del duelo. La pérdida de su abuelo no solo actúa como desencadenante de muchos de los movimientos internos de la autora, sino que se convierte en una metáfora constante del proceso de soltar: personas, expectativas, versiones idealizadas de uno mismo. Ahora que vuelvo a vivir también indaga en la relación entre la mujer pública y su yo auténtico, un conflicto cada vez más reconocible en la era de la hiperexposición.
Desde una perspectiva crítica, se puede decir que el libro no busca la perfección narrativa, ni lo necesita. Es su verdad lo que sostiene el relato, incluso cuando la forma parece ceder ante la emoción. Si hay algo que pedirle es, quizás, mayor profundidad en algunos temas abordados de forma breve —como los trastornos alimenticios o el amor romántico como espejismo—, pero la intención no parece ser la de ofrecer tesis concluyentes, sino abrir puertas que otros puedan cruzar.
Ahora que vuelvo a vivir es, en definitiva, una lectura sanadora. No porque ofrezca soluciones mágicas, sino porque valida el dolor, dignifica la fragilidad y muestra, sin maquillajes, que se puede volver a empezar incluso desde la más absoluta oscuridad. Tamara Gorro no se erige como gurú, sino como una mujer que ha decidido contarse sin filtros. Y en estos tiempos de tanto ruido y tanta pose, eso es un acto profundamente revolucionario.