TEATRO: ‘Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos’ un ritual contemporáneo entre galaxias íntimas

Hay funciones que no se abren con una historia, sino con una atmósfera. Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos no necesita prólogo: desde los primeros minutos, la escena ya está vibrando, y el espectador ha sido absorbido por una cápsula que viaja entre lo teatral, lo sonoro y lo performativo. Es una experiencia que no pide permiso. O se entra, o se queda uno fuera.

La propuesta de María Velasco —potente en su concepción autoral y escénica— encuentra en sus intérpretes un pilar esencial: protagonizada por la actriz argentina Maricel Álvarez y el actor, bailarín y músico Carlos Beluga, la obra adquiere una fisicidad y una carga emocional que desborda el escenario. Ambos se entregan al viaje escénico como si lo habitaran desde adentro, con un trabajo preciso, dúctil y profundamente sensorial.

Más que una narrativa convencional, la pieza ofrece un campo de resonancia: hay ecos del amor, de la ciencia ficción, de la utopía queer. Lo alienígena, aquí, no es una amenaza externa, sino una posibilidad interna: la de mirar(se) desde otro lugar. Lo íntimo se convierte en territorio político, y lo afectivo en un gesto de resistencia.

La dirección de Velasco logra algo especialmente valioso: una escena viva, donde cada elemento —el espacio sonoro, la iluminación, la palabra— está en tensión creativa, sin jerarquías ni concesiones. La dramaturgia se percibe como una partitura, en la que el texto se canta, se grita, se susurra, se disuelve. Todo respira con una lógica propia, radicalmente contemporánea.

Desde lo crítico, puede señalarse que algunos pasajes pueden resultar enigmáticos o desbordantes para quien busque una lectura lineal. Pero sería injusto medir esta obra con parámetros tradicionales. Lo que propone es otra cosa: una vivencia. Un manifiesto poético en forma de viaje sensorial.

Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos es un gesto escénico valiente. Una experiencia que interpela, sacude y —sobre todo— deja huella. Un teatro que no teme mirar al futuro con los ojos bien abiertos, incluso si esos ojos ya no son exactamente humanos.