LIBROS: La novela que nos obliga a mirar más allá de la pantalla

Ayer nos sumergimos en la herida abierta de “Invisible” y hoy, con esa cicatriz aún sensible, Eloy Moreno nos invita a ir más allá con “Redes”. Y sí, lo ha vuelto a hacer. Ha escrito una novela que no solo remueve, sino que obliga.

Pensé que sería imposible —o al menos improbable— que una segunda parte igualara la intensidad emocional de Invisible. Pero Redes no solo está a la altura: se atreve a subir el volumen de nuestras contradicciones. Si Invisible nos hacía mirar de frente al dolor del acoso, Redes nos obliga a mirarnos a nosotros mismos, a nuestras pantallas, a nuestros hábitos.

Esta historia no se queda en la superficie de lo digital. Nos habla del amor que se busca desde la necesidad de ser visto. De los vínculos frágiles que construimos con likes. De las promesas que se rompen con un solo clic. Y sobre todo, de la soledad en una sociedad saturada de conexiones.

Betty, la exnovia de MM, es ahora el eje emocional de una historia que se vuelve universal precisamente por su intimidad. Se enamora de Alex, un influencer aparentemente perfecto. Lo que parece una historia romántica se convierte rápidamente en un laberinto de manipulación, exposición y vacío. La pregunta que sobrevuela toda la novela es: ¿cuánto estás dispuesto a entregar por sentirte querido?

Y aquí entra Eloy Moreno con su bisturí narrativo. Nos disecciona sin anestesia.

En un mundo donde los adolescentes aprenden a amar con filtros, a exponerse sin medida, y a callar el dolor tras una sonrisa de perfil, Redes nos obliga a detenernos. A mirar a nuestros hijos, a nuestros estudiantes, a nosotros mismos. A preguntarnos:
¿Quién soy cuando nadie me mira? ¿Quién me guía en un mundo donde los algoritmos saben más de mí que yo mismo?

La novela nos muestra con crudeza lo que muchos prefieren silenciar: el tráfico de imágenes íntimas, la falsa validación social, la explotación infantil por parte de familias cegadas por los seguidores. Redes incomoda, sí. Y eso es precisamente lo que la convierte en una obra necesaria.

No solo es la historia de Betty. Es también la de Xaxa, la influencer agotada de vivir en directo; la de Zaro, perdido entre clics de pornografía y culpa; la del chico Invisible, ese símbolo de todos los que alguna vez quisieron desaparecer. Todos ellos orbitan en un sistema en el que la intimidad es pública, la identidad es una marca, y el silencio es una alarma que nadie escucha.

Eloy Moreno plantea algo más que una trama. Levanta un espejo afilado y nos pregunta, sin palabras, algo mucho más incómodo que cualquier escena de la novela:
¿Estamos educando para el pensamiento o para el algoritmo?

Redes se lee con fluidez, pero deja cicatrices. El lector no solo avanza por capítulos: atraviesa un proceso. Sale diferente. Como si al cerrar el libro necesitara, por fin, apagar el móvil.

¿Y no es ese, acaso, el mayor logro literario hoy?
Que una historia logre desprogramarte, al menos por un momento, del ruido digital.

Una advertencia personal: para comprender la profundidad de esta novela es imprescindible leer antes Invisible. Las heridas emocionales que trae cada personaje tienen raíces en esa primera historia. Leer Redes sin ese contexto sería como encender una serie en mitad de la tercera temporada. Se puede hacer, sí. Pero te perderás el alma.

Eloy Moreno ha escrito una obra que debería leerse en todos los institutos. Pero también en oficinas. En cenas familiares. En cada rincón donde alguien crea que las redes son solo ocio. Porque Redes demuestra, sin estridencias, que lo digital también puede doler. Y que ese dolor, muchas veces, no se cura con una desconexión de 24 horas.

No es solo un libro. Es una llamada de emergencia. Y más nos vale escucharla.