LIBROS: Cuando una amiga te rompe el corazón ‘Querida hija de puta’
No hay dolor más desorientador que el que no tiene ritual. Cuando se rompe una pareja, hay protocolos: se llora en grupo, se corta el pelo, se escribe a las amigas, se va a terapia. Pero ¿qué pasa cuando quien desaparece es la amiga, la de siempre, la que lo sabe todo, incluso lo que tú misma has olvidado de ti?
En Querida hija de puta, La Limón se atreve con uno de los temas más silenciados emocionalmente de nuestra vida adulta: el duelo por la pérdida de una amistad femenina larga, íntima, compleja. La autora —quien ha forjado una voz afilada, irónica y entrañable en redes sociales— entrega aquí una novela que es, al mismo tiempo, un ajuste de cuentas, una elegía, y una celebración descarnada del vínculo más difícil de definir: la amistad entre mujeres.
La historia gira en torno a Pepa y Toya, dos amigas que han compartido más que vida: han compartido identidad. Se conocieron en la adolescencia y, desde entonces, han sido una sola sombra de dos cabezas. Las ha unido todo lo que une de verdad: las noches de fiesta y los domingos de resaca, los primeros amores y los hijos que llegaron sin manual, los divorcios, las comparaciones, los celos camuflados de halagos, los silencios hirientes. Y, sin embargo, también las ha separado lo mismo: esa violencia sorda que se da en las relaciones afectivas cuando no se ha aprendido a gestionar el cambio ni a asumir que una ya no es quien era, ni quien la otra necesita.
El libro se abre con una carta demoledora que da título a la novela. En ella, Pepa se dirige a Toya con una mezcla explosiva de rabia, tristeza y resentimiento, en el día de su cumpleaños. Un día simbólico que marca el inicio de una nueva era: la era sin ellas.
Este arranque no es solo literario, es emocionalmente preciso: en psicología afectiva, el corte con una amistad íntima produce un dolor comparable, en intensidad y duración, al de una separación amorosa. Pero hay algo más perverso: la falta de legitimidad social que tiene ese duelo. La sociedad nos permite llorar a los amores perdidos, pero no sabe acompañarnos cuando el amor que se quiebra es el de la persona que ha sido nuestro hogar durante décadas.
La Limón parece entender esto intuitivamente. Su narración transita los estados del duelo —negación, ira, tristeza, aceptación— sin disfrazarlos. No hay pompa ni disimulo, sino lenguaje directo, callejero, emocionalmente auténtico. La voz narrativa de Pepa es brutal porque no tiene filtro, porque ya no necesita gustar. Y ahí radica su belleza: en esa transparencia dolorosa, en esa crudeza sin maquillaje.
Pero la novela no se queda en el reproche. Con estructura fragmentaria, a base de flashbacks, anécdotas, cartas y confesiones internas, La Limón reconstruye la biografía compartida de estas dos mujeres con una mirada generacional que interpela al lector sin concesiones. Madrid se convierte en telón de fondo de una vida vivida a todo volumen, y también en el testigo mudo de una ruptura que nadie ve, pero que lo consume todo desde dentro.
Uno de los logros más notables del libro es cómo aborda el desequilibrio emocional entre amigas. Toya, “la estrella”, ha sido siempre el foco; Pepa, “la estrellada”, la sombra que se adapta, que ríe más fuerte para no incomodar, que acompaña aun cuando se siente sola. Esa dinámica —tan común como inconfesable— atraviesa muchas relaciones femeninas, y Querida hija de puta la expone con una honestidad incómoda, pero necesaria.
Desde una perspectiva psicológica, La Limón pone en primer plano algo que la narrativa tradicional suele esconder: que la amistad también puede ser un espacio de poder, de manipulación afectiva, de dependencia emocional. Que también hay gaslighting entre amigas, y que el amor entre mujeres no es, por naturaleza, más sano ni más puro que el romántico. Lo que sí es —y aquí el libro lo demuestra con dolorosa evidencia— es más difícil de reemplazar.
¿Y cómo se cura una herida así? No se cura. Se cuenta. Y eso es lo que hace esta novela: pone palabras donde hasta ahora había solo silencios, memes, o conversaciones truncadas. Querida hija de puta es, en este sentido, una obra pionera en el tratamiento literario de la amistad femenina como historia de amor real, con su clímax, su ruptura y su posguerra emocional.
El estilo de La Limón —que parece ligero por momentos— está lleno de capas. Su lenguaje es ágil y oral, pero no improvisado. Hay ritmo, hay intención. Cada frase tiene esa cadencia que solo tienen las conversaciones íntimas, las que se dicen entre copas o en la soledad de una madrugada insomne. Y hay verdad. Mucha verdad. De la que incomoda, pero también consuela.
En definitiva, esta novela no es un ajuste de cuentas con una amiga perdida. Es un ajuste de cuentas con una cultura que no nos ha enseñado a llorar a nuestras amigas como se llora a los grandes amores. La Limón nos regala una historia que, aunque camuflada de humor ácido, es una de las más serias y emocionantes que leeremos este año.
Una obra que, como las amistades que no se olvidan, se queda. Y duele. Pero también acompaña.