LIBROS: ‘Fascinados por el true crime’, cuando el crimen se vuelve espectáculo

¿Quién no ha caído alguna vez en una maratón de documentales sobre asesinos en serie? Lo que antes parecía un interés marginal, hoy es un fenómeno transversal que atraviesa clases, edades y plataformas. En Fascinados por el true crime, Alba Lisbona Nomen y Leila Nomen Martín se sumergen en esta pulsión contemporánea con la precisión del bisturí: no para juzgar, sino para entender.

Publicado por Ediciones Pirámide, este ensayo no se limita a enumerar casos ni a glorificar criminales. Lo que propone es una mirada crítica al auge del true crime desde múltiples ángulos: la psicología del espectador, el papel de los medios, la responsabilidad ética y el impacto emocional de consumir estos contenidos como si fueran entretenimiento ligero.

Uno de los conceptos centrales del libro es la criminofilia, término con el que las autoras nombran la atracción persistente por lo macabro y lo criminal. A diferencia de lo que podría esperarse, esta no se aborda desde la condena moral, sino como un fenómeno psicológico que merece análisis y comprensión. ¿Qué nos empuja a buscar lo siniestro? ¿Qué necesidad emocional o narrativa estamos satisfaciendo?

El índice ya sugiere la amplitud del abordaje: desde la contextualización histórica del género hasta pautas para controlar una posible adicción a este tipo de contenidos. También se incluye una reflexión sobre cómo ciertas narrativas transforman a los criminales en personajes de culto, diluyendo la gravedad de sus actos en favor del espectáculo.

Otro de los puntos fuertes es su estilo claro, directo y sin sensacionalismo. Se nota la intención pedagógica en cada capítulo, especialmente en aquellos que ofrecen estrategias para quienes sienten que el consumo de true crime empieza a afectarles emocionalmente. No es un detalle menor: pocas veces se abordan las consecuencias psíquicas del morbo como una forma de escape o evasión.

El epílogo, junto con la lista de los diez true crime más relevantes de la historia, funciona como un cierre lúcido que refuerza la tesis central del libro: no se trata solo de lo que vemos, sino de cómo lo vemos, de qué lugar ocupamos como espectadores y de qué mitos reforzamos cada vez que damos play.

Fascinados por el true crime no es una lectura complaciente, pero sí necesaria. En una época donde la línea entre información y espectáculo se difumina peligrosamente, este ensayo es un recordatorio oportuno de que mirar también implica una forma de responsabilidad.