CINE: ‘Votemos’ cuando la salud mental entra en la agenda de la comunidad
¿Qué pasa cuando los grandes debates sociales se cuelan en los pequeños espacios de lo cotidiano? ¿Qué ocurre cuando las decisiones sobre inclusión, miedo y prejuicio ya no se toman en parlamentos ni redes sociales, sino en una junta de vecinos? La película Votemos, dirigida por Santiago Requejo y con estreno en salas el próximo 12 de junio, responde a estas preguntas con una propuesta sencilla en apariencia, pero profunda y cargada de verdad.
Basada en su cortometraje del mismo nombre —reconocido en festivales y nominado a los Premios Goya—, Votemos convierte una escena familiar y anodina en una prueba moral que interpela al espectador de forma directa. Una comunidad se reúne para decidir sobre un cambio en el ascensor. Pero cuando surge la información de que un futuro vecino tiene un diagnóstico de salud mental, la conversación se desvía hacia un dilema mucho más profundo: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a vivir con aquello que no controlamos? ¿Y cuánto pesan nuestros prejuicios a la hora de tomar decisiones que afectan a los demás?
La película tiene la virtud de no pontificar. No hay discursos evidentes ni héroes fáciles. Todo ocurre en un espacio cerrado, en tiempo casi real, y con una tensión que crece a medida que cada personaje revela más de sí mismo a través de gestos, silencios o frases a medias. Aquí, el guion funciona como un espejo: cada espectador puede encontrar, en alguno de los vecinos, un reflejo de sus propias dudas, miedos o contradicciones.
El conflicto no gira tanto en torno a la persona ausente —el futuro inquilino con un problema de salud mental—, sino en torno a quienes están presentes y deben decidir qué hacer. Y ahí es donde la película muestra su mayor inteligencia: nos sitúa del lado del dilema, no de la solución. No ofrece una lección, sino una pregunta abierta que incomoda precisamente porque no es ajena. Porque todos creemos tener una postura clara hasta que se trata de nuestro propio edificio, nuestra seguridad, nuestra rutina.
En esa tensión ética, el trabajo actoral resulta esencial. El film cuenta con un reparto maravilloso: Clara Lago, Tito Valverde, Gonzalo de Castro, Raúl Fernández de Pablo, Neus Sanz, Christian Checa y Charo Reina. Cada uno, desde su estilo y presencia, suma a una dinámica grupal que se vuelve creíble, cargada de matices, humana en lo mejor y en lo peor del término.
En tiempos donde el discurso público sobre salud mental ha ganado visibilidad, Votemos da un paso más allá: nos obliga a mirar cómo reaccionamos ante lo que decimos defender. ¿Es suficiente hablar de empatía? ¿Cómo actuamos cuando la inclusión implica una renuncia al miedo? ¿Cuándo dejamos de ser solidarios y empezamos a ser selectivos?
Votemos no es un panfleto, ni una historia edificante. Es un espejo colocado con cuidado frente a nuestra conciencia. Una película que se atreve a hacer lo que muchas evitan: poner en cuestión no al “otro”, sino a nosotros mismos.
Y esa es quizás su mayor hazaña: recordarnos que el verdadero voto no se emite solo en la urna o en una reunión. Se emite cada vez que elegimos entre el rechazo y la acogida, entre el juicio y la comprensión, entre el miedo y la posibilidad de vivir con el otro… incluso cuando el otro nos descoloca.