LIBROS: Una bitácora íntima entre islas, mitos y humanidad
En Destellos de Grecia, Ramón Sallés despliega mucho más que un itinerario. Con la mirada serena del viajero experimentado y la sensibilidad del observador introspectivo, el autor nos invita a recorrer siete islas griegas —Paros, Corfú, Lesbos, Icaría, Citera, Creta y Gavdos— como quien traza un mapa afectivo y simbólico.
Este no es un libro de turismo, aunque su autor haya hecho de guiar a otros su profesión durante años. Tampoco es un mero ejercicio literario de contemplación. Es, ante todo, una exploración del alma a través de la geografía. Cada isla es un espejo donde el viajero se refleja, y también una puerta que se abre a la historia, la mitología y las pulsaciones de una Grecia tan viva como ancestral.
Con una prosa contenida pero evocadora, Sallés nos ofrece escenas impregnadas de luz y memoria: la huella de Safo en Lesbos, la presencia mística de San Espiridón en Corfú, el legado vibrante de los Durrell, las fiestas populares que parecen suspendidas fuera del tiempo. Esos “destellos” a los que alude el título no son solo imágenes visuales: son intuiciones, fragmentos de sentido, chispazos de revelación que conectan al lector con algo más profundo y universal.
Grecia aparece aquí como mucho más que un destino. Se convierte en un personaje, en una presencia que interpela, que transforma. La elección de las islas no parece responder a una lógica turística, sino al azar cargado de sentido que tienen los viajes auténticos. Como si el propio territorio marcara el ritmo del descubrimiento interior.
Y es que, como bien señala el autor, viajar también es bucear en uno mismo. Tal vez por eso el libro, sin dejar de ser una crónica de viaje, se lee como una confesión serena. Desde su formación en psicología y su rol como Director General del Institut Gestalt, Sallés aporta una profundidad emocional poco habitual en los relatos de este tipo. Aquí no hay pretensión de erudición, sino una honesta voluntad de compartir lo vivido y lo sentido.
Destellos de Grecia confirma que hay libros que se escriben con los pies, con los ojos y con el alma. Y que algunas tierras, como Grecia, no se visitan: se habitan. Aunque sea por unas páginas. Aunque sea para volver.