LIBROS: La novela japonesa más inquietante del año

Un enigma que respira por las grietas del silencio

En El asesinato de los Aosawa, la japonesa Riku Onda entrega mucho más que un thriller: construye una arquitectura narrativa que se pliega sobre sí misma como un origami envenenado. A primera vista, el argumento parece seguir la ruta clásica de la novela criminal: una tragedia familiar, un aparente culpable y una investigación que se cierra demasiado pronto. Pero lo que Onda plantea aquí es un ejercicio de memoria y percepción mucho más complejo, casi perverso, que descompone los elementos tradicionales del género para ofrecernos un rompecabezas literario que exige atención, sensibilidad y, sobre todo, paciencia.

La premisa es impactante por su frialdad quirúrgica: diecisiete personas, entre ellas seis niños, mueren envenenadas durante una celebración en la residencia de los Aosawa, una respetada familia médica de la ciudad de K. La única sobreviviente es Hisako, la hija ciega de la familia, quien permanece como un testigo ambiguo y casi espectral. El presunto autor, un joven que repartió las bebidas, se suicida dejando una confesión escrita. Caso cerrado. ¿O no?

Desde allí, Onda despliega una narración polifónica que avanza en espiral, saltando entre entrevistas, testimonios reconstruidos, recuerdos vagos y apuntes literarios. La autora no busca revelar la verdad de los hechos, sino mostrar la imposibilidad de aprehenderla. Lo que interesa aquí no es tanto quién mató, sino cómo recordamos, cómo interpretamos, cómo el tiempo y la subjetividad desgastan —o moldean— los hechos. La novela es, en ese sentido, un espejo deformante: cada voz aporta un ángulo distinto, y ninguna da una visión completa.

Lo más inquietante es el tono hipnótico y contenido con el que Onda nos introduce en su universo. La atmósfera se siente densa, pesada, como el calor húmedo que sofoca las páginas. No hay picos emocionales ni giros explosivos, sino una inquietud latente que se adhiere a la piel. La ciudad de K parece dormida, pero respira, observa y, a ratos, acusa. Hay una violencia contenida en las palabras, en las miradas, en los silencios.

Hisako, por su parte, se convierte en uno de los personajes más fascinantes y perturbadores de la ficción reciente. Su ceguera, lejos de ser una limitación, la convierte en un prisma ambiguo: es testigo sin serlo, víctima y quizás algo más. ¿Inocente o estratega? ¿Manipulada o manipuladora? La novela nunca da una respuesta, y eso es parte de su fuerza: Onda se rehúsa a ofrecernos certezas.

En cuanto al estilo, la escritura de Onda —bellamente trasladada al castellano por Ana Alcaina Pérez— resulta precisa, elegante y, a ratos, brutal. Hay frases que perforan con una delicadeza casi poética, y otras que simplemente hielan la sangre. El libro no busca el efectismo, sino la resonancia emocional, el eco que queda después de cerrar la última página.

Comparada con Rashōmon o A sangre fría, la novela comparte con ambas una preocupación por la relatividad de la verdad y el rol del observador. Sin embargo, El asesinato de los Aosawa no se limita a dialogar con el canon: lo subvierte. Aquí, el crimen no es el centro, sino el borde; el misterio no es el quién, sino el por qué, o incluso el para qué.

Con esta obra, Riku Onda demuestra por qué es una de las voces más originales de la narrativa japonesa contemporánea. No se trata sólo de una novela de misterio —aunque lo es—, ni sólo de una meditación sobre el mal —aunque también—. Es una pieza literaria que desafía al lector, que lo obliga a mirar más allá de lo aparente, a cuestionarse la naturaleza de la verdad, de la culpa, y de la memoria.


Una novela hipnótica, sutilmente perturbadora y literariamente arriesgada. Imprescindible para quienes buscan algo más que una resolución en sus lecturas de misterio.