LIBROS: El fulgor de la libertad femenina bajo el sol de la Costa del Sol

 

Hay novelas que deslumbran por su trama, otras por su ambientación, y unas pocas por su capacidad de capturar el espíritu de una época. Aquellas noches eternas, de Silvia Grijalba, logra combinar esas tres virtudes y lo hace con una elegancia narrativa que no busca nostalgia vacía, sino memoria vívida. Estamos ante una obra que se instala entre lo íntimo y lo histórico, lo individual y lo colectivo, lo femenino y lo cultural.

Maite Morán, su protagonista, abandona un Oviedo gris y encorsetado para enfrentarse sola a un embarazo no deseado por su pareja, pero sí por ella. El acto de escapar, lejos de ser un exilio, se convierte en una elección consciente: comenzar de nuevo en un sur que apenas se asomaba al mundo. En Torremolinos primero, y luego en Marbella, Maite no solo se reinventa como mujer, sino como agente activa del cambio social que germinaba silenciosamente en las entrañas del franquismo.

En ese paisaje de hoteles de lujo, fiestas en chalets frente al mar y turistas despreocupados que parecían vivir al margen de la España oficial, Silvia Grijalba sitúa a una mujer decidida a no dejarse arrastrar ni por la moral impuesta ni por la fascinación superficial del glamour. Porque Maite no quiere ser espectadora del espectáculo, sino creadora de su propio destino. Se convierte en empresaria, en amante, en madre, en figura que rompe moldes sin convertirlo en proclama.

Uno de los aspectos más notables de la novela es cómo Grijalba combina su pericia periodística con su pulso novelístico. La reconstrucción del contexto —los años 60 y 70 de la Costa del Sol— no se siente documental, sino profundamente emocional. Se nota que hay una experiencia vivida detrás, una familiaridad con ese territorio de piscinas, música, libertad y sombras. Y, sin embargo, la autora evita caer en la trampa de la autoficción: ha sido el personaje de Maite quien, como ella misma confiesa, le permitió contar esa historia desde otro lugar.

El tono narrativo es ágil pero no ligero. Silvia Grijalba escribe con una prosa que fluye como una brisa marina, pero sabe detenerse en lo esencial: en los silencios, en las decisiones, en los miedos que se disfrazan de valentía. La novela se convierte así en una especie de homenaje implícito a aquellas mujeres invisibles que contribuyeron a hacer de la Costa del Sol no solo un destino turístico, sino un lugar donde empezaron a germinar nuevas formas de ser mujer en España.

Aquellas noches eternas es también un retrato coral de una sociedad en transformación: los hoteles donde se cruzaban Ava Gardner y los botones andaluces, los clubes nocturnos donde se negociaban negocios y afectos, las playas donde las suecas en bikini desafiaban las normas de moralidad. Es la crónica de un paraíso imperfecto, donde la libertad se vivía a ratos, pero esos ratos bastaban para cambiar vidas.

En suma, esta novela es una apuesta segura para quienes buscan literatura con alma, historia con perspectiva de género y emoción con sustancia. Silvia Grijalba ha escrito una obra profundamente entretenida, sí, pero también comprometida con una visión de la mujer como sujeto activo, valiente y contradictorio. Porque toda noche puede volverse eterna, si se tiene el coraje de vivirla a plena luz.