LIBROS: ‘Las mujeres de Matisse’, de Sophie Haydock
Hay novelas que no solo cuentan una historia, sino que se convierten en una lente distinta para mirar un fragmento del pasado. Las mujeres de Matisse, de Sophie Haydock, pertenece a esa categoría poco frecuente de libros que iluminan lo que la historia del arte muchas veces prefiere mantener en penumbra: las vidas de las mujeres que acompañaron, sostuvieron y, en ocasiones, desafiaron a un genio.
La trama se estructura en torno a tres voces femeninas que fueron decisivas en la vida de Henri Matisse. Amélie, la esposa que abandona una existencia convencional para entregarse a la aventura de vivir junto a un joven pintor lleno de ambición; Marguerite, la hija que crece bajo el peso de un apellido famoso y que se ve obligada a negociar constantemente su lugar entre la lealtad filial y la necesidad de construir una identidad propia; y Lydia Delectorskaya, la joven refugiada rusa que, sin proponérselo, desencadena una transformación radical en el mundo privado de los Matisse.
Lo que me resulta más interesante es que Haydock no cae en el lugar común de presentarlas como musas pasivas ni como víctimas silenciosas. Cada una de estas mujeres palpita con deseos, contradicciones y una agencia propia. Amélie aparece como una mujer fuerte, decidida, que invierte hasta lo que no tiene en el proyecto artístico de su marido, aunque el precio sea su propio desgaste emocional. Marguerite, en cambio, se convierte en un personaje puente: está lo suficientemente cerca de la grandeza de Matisse como para sentir su magnetismo, pero también lo bastante lúcida para percibir las fisuras que esa grandeza impone a los vínculos más íntimos. Lydia, por último, encarna lo inesperado, lo que llega desde fuera para reordenar —o desordenar— un universo aparentemente consolidado.
La novela no es un retrato biográfico al uso. No se conforma con narrar fechas, obras y episodios de la vida del pintor. Lo que Haydock propone es una exploración de los sentimientos y de las tensiones que se esconden detrás del mito. El arte aparece, sí, pero como un telón de fondo contra el que se representan dramas humanos universales: el sacrificio, la traición, la fidelidad, la búsqueda de reconocimiento y el anhelo de ser visto. Y lo logra con una prosa envolvente, casi pictórica, que invita a leer despacio, como quien observa un cuadro y descubre nuevos detalles en cada mirada.
Uno de los grandes aciertos de la autora es su capacidad para situarnos en el ambiente del París y la Riviera francesa de los años treinta. Hay brillo, glamour y bohemia, pero también un trasfondo de incertidumbre histórica: los ecos de un siglo que avanzaba hacia grandes convulsiones. Esa tensión entre esplendor artístico y fragilidad existencial atraviesa la narración y le da una fuerza que la aleja de la mera recreación histórica.
Lo que personalmente más me impactó es la inversión de la mirada. Durante generaciones, la historia del arte ha estado marcada por los nombres masculinos que figuran en los museos y manuales, mientras que quienes los sostuvieron permanecían en la sombra. En Las mujeres de Matisse, la autora cambia deliberadamente el foco y coloca en primer plano a esas figuras eclipsadas. Nos recuerda que detrás de cada obra maestra no solo hay talento individual, sino también vínculos, sacrificios y relaciones complejas.
Las mujeres de Matisse es, al mismo tiempo, una novela íntima y un fresco histórico. Íntima porque nos asoma al interior de una familia desgarrada por el choque entre ambición artística y afectos personales. Histórica porque recupera con rigor un contexto cultural donde se definieron muchos de los códigos de la modernidad. Y literaria, sobre todo, porque Haydock escribe con la sensibilidad y la precisión de alguien que sabe que las historias importan no solo por lo que cuentan, sino por cómo las contamos.
Recomendaría este libro no únicamente a quienes disfrutan de la ficción histórica, sino también a quienes deseen cuestionar el relato oficial de la cultura. Porque al final, más allá del magnetismo de Matisse, lo que queda es la certeza de que estas mujeres existieron, lucharon, se contradijeron y dejaron una huella que merece ser recordada. Y Sophie Haydock, con esta novela, les devuelve la voz.
