LIBROS: ‘Está lloviendo y te quiero’ el tiempo detenido en un reloj familiar

Un reloj antiguo vuelve a la vida. Lo hace colgado de una pared, como si reclamara el sitio que alguna vez le perteneció. Su tic-tac interrumpe una rutina doméstica y abre, sin aviso, una grieta en la memoria. Ese es el instante en que Antonio Mercero inicia su nueva novela, Está lloviendo y te quiero (Editorial Planeta, 2025), una obra que aborda con delicadeza el peso de las herencias invisibles y la forma en que los secretos familiares moldean el presente.

Paula, una mujer que decide regalar a su hermano un reloj fabricado por su bisabuelo, desata sin saberlo un temblor en su historia. La madre, al ver el objeto, sufre un infarto. A partir de ese acontecimiento aparentemente fortuito, Paula emprende una investigación íntima que la llevará a descifrar un mensaje oculto: “Está lloviendo y te quiero”. Una frase sencilla, pero cargada de resonancias, que se convierte en el eje emocional y simbólico de la novela.

Mercero, que ya había demostrado su talento narrativo en solitario y como parte del colectivo Carmen Mola, firma aquí una obra de madurez. Con una escritura más introspectiva, abandona el vértigo del thriller para sumergirse en una saga familiar que abarca más de cien años de historia. Desde el País Vasco de principios del siglo XX hasta la España contemporánea, el autor recorre el tiempo con una mirada que equilibra emoción y lucidez.

Lo que en otras manos podría haber sido un melodrama se transforma, gracias a su estilo sobrio y preciso, en una meditación sobre la identidad, la culpa y la memoria. Cada generación de esta familia parece dialogar con la anterior, repitiendo errores, resistiendo silencios, guardando aquello que no se puede decir. Mercero construye ese entramado con un pulso narrativo impecable: capítulos breves, voces que se entrelazan, y una atmósfera que alterna el rumor de la lluvia con el zumbido persistente del tiempo.

El reloj, en este sentido, no es solo un objeto, sino un símbolo del corazón de la novela. Representa la idea del tiempo heredado, de las emociones que laten incluso cuando ya nadie recuerda su origen. Y esa frase —“Está lloviendo y te quiero”— se convierte en un eco constante, una forma de nombrar el amor bajo la intemperie, la ternura que sobrevive a la pérdida y al olvido.

La fuerza de la novela reside en su equilibrio entre lo íntimo y lo colectivo. Mercero no rehuye la historia: las guerras, la represión, la posguerra, las transformaciones sociales del País Vasco o el franquismo aparecen como telón de fondo, pero nunca se imponen sobre los personajes. Todo está narrado desde el interior de la familia, como si las grandes convulsiones históricas fueran un rumor que atraviesa las paredes de la casa. Esa elección dota a la obra de una profunda humanidad: los protagonistas no son testigos heroicos del pasado, sino personas comunes intentando sobrevivirlo.

La prosa de Mercero, de ritmo sereno y emoción contenida, rehúye el artificio. Hay en ella un tono elegíaco, pero no sentimental; un gusto por los detalles que confiere veracidad a los escenarios —las imprentas clandestinas del Madrid franquista, el hipódromo de Lasarte, las casas de campo envueltas en bruma— y una atención constante a los gestos, las palabras no dichas, las despedidas pequeñas que conforman una vida.

Está lloviendo y te quiero se lee como una carta escrita a varias manos, en la que cada generación añade una línea antes de pasar el testigo. Es una historia sobre lo que permanece después de la tormenta, sobre la necesidad de mirar hacia atrás para comprender quiénes somos, pero también sobre la esperanza que se filtra incluso entre las grietas del tiempo.

Antonio Mercero entrega así una novela que respira autenticidad. Su mirada es compasiva, nunca complaciente; su escritura, honesta y serena. Y en ese equilibrio reside su belleza: en la capacidad de emocionar sin subrayar, de contar lo íntimo sin caer en lo doméstico, de hablar del pasado para iluminar el presente.

Está lloviendo y te quiero no busca resolver el misterio que encierra el reloj, sino recordarnos que todos, de algún modo, vivimos rodeados de relojes que laten con las voces de quienes nos precedieron. Una novela que confirma a Mercero como un narrador sólido, sensible y profundamente humano.