CINE: ‘Anatema’ Entre el Horror y la Fe, Un Encuentro con lo Desconocido

 

Hoy llega a los cines Anatema, una obra que se adentra en el horror, lo sobrenatural y los dilemas personales, todo bajo la dirección y guion de Jimina Sabadú, quien se aventura en su primer largometraje después de su experiencia en cortometrajes experimentales. Con un guion que teje elementos de misterio, religión y terror psicológico, Anatema promete atrapar al espectador desde su arranque.

La trama nos presenta a Juana Rabadán (interpretada por Leonor Watling), una monja encargada de explorar las catacumbas de una de las iglesias más antiguas de Madrid, en busca de un relicario con el Sello de San Simeón. Junto a ella, un elenco impresionante: Pablo Derqui como el sacerdote Ángel, Jaime Ordóñez como el exorcista Cuiña, y una serie de colaboradores especiales, que complementan una historia de tensión y misterio.

Uno de los puntos más fuertes de Anatema es, sin duda, el rendimiento de su elenco. Leonor Watling se luce como Juana, aportando a su personaje una mezcla de vulnerabilidad y determinación, esencial para conectar con la audiencia mientras se enfrenta a un terror que no solo es externo, sino también profundamente personal. Pablo Derqui y Jaime Ordóñez hacen un trabajo destacable, aportando una dinámica de complicidad y tensión con Watling que eleva las escenas de confrontación.

La película no se limita a crear un ambiente de terror tradicional; Sabadú apuesta por una atmósfera más introspectiva, explorando los traumas y miedos de los personajes a medida que descienden a las profundidades de Madrid. Las catacumbas, como el escenario principal de la historia, juegan un papel crucial en la construcción de esa tensión psicológica que se desarrolla a lo largo de la cinta. La oscuridad de estos pasadizos no solo refleja el peligro físico, sino también el emocional, lo que subraya los dilemas internos de los personajes.

Aunque la película no destaca por sus efectos especiales, lo que verdaderamente captura la atención del espectador son las interpretaciones y la narrativa de Sabadú. El enfoque más personal y emocional de la historia compensa las limitaciones técnicas. Los momentos de terror y misterio se apoyan en el suspense psicológico, en lugar de depender exclusivamente de la espectacularidad visual. La propuesta es mucho más cerebral y contiene suficientes giros inesperados para mantener al espectador intrigado.

El trabajo de dirección de Sabadú es notable por su capacidad para equilibrar los elementos de horror con una crítica sutil sobre la fe, el sacrificio y el arrepentimiento. A lo largo de la película, la idea de la redención personal se entrelaza con la lucha contra un mal antiguo y profundo, que se manifiesta tanto en las catacumbas como en los propios recuerdos de los personajes.

En resumen, Anatema es una obra de terror psicológico que, a pesar de sus limitaciones técnicas, brilla gracias a sus actuaciones potentes y su atmósfera cargada de tensión. Es una película que sabe cómo jugar con las emociones de sus personajes, creando un relato que, aunque aterrador, también resulta profundamente humano.