TEATRO: ‘La señorita de Trevélez’ el espejo mordaz de una sociedad cruel
El Teatro Fernán Gómez – Centro Cultural de la Villa apuesta por la recuperación de uno de los grandes clásicos del teatro español: La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches. Bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente y con versión de Ignacio García May, esta producción se adentra en la conocida tragedia grotesca que, a más de un siglo de su estreno, mantiene una actualidad sorprendente.
El montaje, que podrá verse en la Sala Guirau hasta el 20 de abril, presenta una historia en la que el humor se convierte en un arma de doble filo, pues detrás de la risa se esconde la crudeza de una sociedad que se divierte a costa del sufrimiento ajeno. Con un elenco de primer nivel y una escenografía que refuerza el carácter opresivo de la trama, esta versión de La señorita de Trevélez no solo recupera una obra fundamental de nuestro repertorio teatral, sino que la hace más relevante que nunca.
La elección de esta obra para inaugurar la dirección artística de Juan Carlos Pérez de la Fuente en el Fernán Gómez no es casual. Su trayectoria ha estado marcada por un profundo interés en los textos fundamentales de nuestra dramaturgia, y aquí demuestra su capacidad para abordar el teatro clásico con una mirada renovada.
Pérez de la Fuente construye una puesta en escena que combina la fidelidad al espíritu original de Arniches con una aproximación contemporánea a los temas de la obra. Con un ritmo preciso y una gran atención a los matices de los personajes, su dirección potencia tanto la comicidad como el trasfondo dramático de la historia, logrando que la risa y la incomodidad convivan en perfecta armonía.
La adaptación de Ignacio García May es otro de los puntos fuertes de esta producción. Lejos de convertir la obra en una pieza de museo, el dramaturgo subraya su vigencia, resaltando la dimensión social del texto sin perder de vista su carácter cómico.
En sus propias palabras, La señorita de Trevélez se inscribe en la tradición española del esperpento, que combina el humor con una mirada despiadada sobre la realidad. Arniches, al igual que Valle-Inclán, utiliza la exageración y la deformación para revelar las miserias de una sociedad en la que la burla y la humillación forman parte del entretenimiento.
El elenco, formado por trece actores, ofrece un trabajo coral impecable, donde cada intérprete contribuye a dar vida a los contrastes de la obra.
Silvia de Pé (Flora Trevélez) se convierte en el alma de la función. Su interpretación de esta mujer ingenua y soñadora, víctima de una broma cruel, es conmovedora y desgarradora a partes iguales. Con un dominio absoluto de la escena, logra transmitir tanto la dulzura del personaje como el impacto del dolor que sufre. Su trabajo es, sin duda, uno de los puntos más altos del montaje.
Daniel Diges (Numeriano Galán) demuestra su versatilidad en un registro diferente a sus habituales papeles en musicales. Su Galán es un personaje atrapado en la maquinaria del engaño, y Diges construye una interpretación llena de matices, en la que su expresividad y naturalidad resultan clave.
Daniel Albaladejo (Don Gonzalo de Trevélez) aporta una gran presencia escénica, dotando a su personaje de una gravedad que refuerza el tono de tragedia grotesca de la obra. Su dominio del texto y su capacidad para navegar entre la comicidad y el drama lo convierten en una de las piezas clave del montaje.
Críspulo Cabezas (Tito Guiloya) encarna con soltura y descaro a uno de los miembros del Guasa-Club, el grupo de jóvenes que protagoniza la broma cruel. Su interpretación refuerza el tono satírico de la obra y ayuda a construir el retrato de una sociedad donde la crueldad se disfraza de diversión.
Marta Arteta (Conchita), Óscar Hernández (Peña), José Ramón Iglesias (Don Marcelino), Edgar López (Lacasa), Noelia Marló (Soledad), Julia Piera (Maruja), Rodrigo Sáenz de Heredia (Señor Menéndez), Natán Segado (Manchón) y Juan de Vera (Torrija) completan un reparto bien ensamblado, en el que cada actor aporta profundidad a su personaje.
El diseño de Ana Garay, responsable de la escenografía, recrea con detalle el ambiente opresivo de la pequeña ciudad de provincias en la que se desarrolla la acción. Sus espacios sugieren la rigidez social y la sensación de encierro que rodea a los personajes.
El vestuario de Almudena Rodríguez Huertas respeta la época original, pero con un sutil trabajo de color y textura que enfatiza el contraste entre los personajes.
La iluminación de José Manuel Guerra y el espacio sonoro de Ignacio García juegan un papel fundamental en la construcción de la atmósfera de la obra, acentuando los momentos de mayor tensión y reforzando el carácter grotesco de la historia.
Un papel clave en la conformación del elenco lo ha desempeñado José Luis Sixto, ayudante de dirección y director de casting, cuya labor ha sido fundamental para reunir un reparto que encarna con precisión la esencia de cada personaje. Su trabajo en la selección de los actores ha contribuido significativamente a la calidad interpretativa del montaje.
La señorita de Trevélez es mucho más que una comedia de enredos. Detrás de su humor afilado se esconde una crítica feroz a una sociedad que se divierte a costa de los demás. El bullying, tema central de la obra, sigue siendo un problema de plena actualidad, y esta producción lo pone de relieve con gran acierto.
Arniches nos plantea una pregunta incómoda: ¿quién es realmente el culpable? ¿El que inicia la burla o aquellos que la permiten? En un mundo en el que las redes sociales han amplificado el fenómeno del acoso, La señorita de Trevélez sigue siendo un recordatorio de la importancia de la empatía y del daño que puede causar la falta de escrúpulos disfrazada de diversión.
Esta versión, lejos de quedarse en una recreación histórica, nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias miserias como sociedad. Nos reímos, sí, pero con la risa amarga de quien se reconoce en el espejo deformante del esperpento.
Con una dirección certera, una versión que potencia su actualidad, un reparto en estado de gracia y un equipo artístico que refuerza su impacto, La señorita de Trevélez se presenta como una de las grandes citas teatrales del año.
El Teatro Fernán Gómez no solo rescata una obra fundamental de nuestro patrimonio escénico, sino que la convierte en una experiencia que interpela al espectador de hoy.
Porque, al final, lo que Arniches nos muestra en su espejo grotesco sigue siendo demasiado real.