LIBROS: ‘La fábrica de ángeles’ Cuando el crimen se disfraza de arte
Madrid, 1925. El telón se abre… sobre un cadáver.
Con La fábrica de ángeles, María Zaragoza no nos invita simplemente a leer, sino a cruzar un umbral. Entramos a un Madrid que no aparece en los libros de historia, pero que vibra entre sus adoquines: un Madrid donde los espectáculos de variedades son más auténticos que las recepciones oficiales y donde la sangre derramada no siempre es la que mancha los periódicos, sino la que corre por detrás de los telones.
La novela abre con una imagen imposible de olvidar: el cuerpo mutilado de una vedette yace sobre el escenario como parte de una obra sin guion. Desde ese instante, la autora nos arrastra a una trama tan fascinante como inquietante, en la que la belleza del espectáculo se mezcla con el hedor del crimen.
Intriga, teatro y una ciudad en transformación
Zaragoza teje una historia que avanza entre la niebla del misterio y los destellos del cabaré. Pero esto no es solo una novela de asesinatos: es un retrato profundo —casi táctil— de una ciudad al borde de su modernidad, donde las mujeres comienzan a alzar la voz, los viejos valores se resquebrajan y el arte se convierte en refugio… y trinchera.
El inspector Adolfo Kobler, acompañado por el forense Miralles y la deslumbrante y escurridiza Adoración Venecia —bailarina, empresaria, enigma—, conforma un trío protagonista que escapa de los moldes clásicos del género negro. Lo que parece una investigación convencional pronto se convierte en una odisea por el lado más oscuro del alma humana: supersticiones, libros prohibidos y máscaras que no siempre se quitan tras el aplauso.
Un thriller que no se conforma con entretener
La fábrica de ángeles no se lee, se siente. Zaragoza maneja el lenguaje como una escenografía sensorial: se huele el sudor del escenario, se escucha el crujido del terciopelo, se saborea el miedo. Su estilo es preciso pero nunca seco, lírico sin perder claridad. Cada página es una coreografía entre lo que se muestra y lo que se oculta.
Lo más interesante es que, en el fondo, la autora parece hablarnos de mucho más que crímenes. Habla de mujeres que se niegan a ser decorado, de cuerpos que reclaman su espacio en un mundo que solo los quiere si están mudos o muertos, y de la verdad como acto subversivo.
¿Por qué leerla?
Porque La fábrica de ángeles no es una novela más. Es un ejercicio de estilo, una lección de ambientación histórica y, sobre todo, una historia con alma. María Zaragoza confirma aquí lo que algunos ya sabíamos: es una escritora capaz de crear universos que no solo se leen, sino que se viven. Y en este, cuidado: los aplausos no siempre significan que todo ha salido bien.
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Lectura ideal para: Amantes de la novela negra con trasfondo histórico, lectoras y lectores que buscan personajes femeninos complejos y atmósferas llenas de tensión.
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Lo que más nos ha gustado: La mezcla entre teatro y crimen, la riqueza sensorial de la escritura, y la manera en que la historia resuena con temas actuales sin perder su ambientación de época.
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Advertencia: Puede provocar insomnio literario. Empiezas un capítulo y acabas devorando cinco.
La fábrica de ángeles es, sin duda, uno de esos libros que marcan el año. No solo por su calidad literaria, sino porque se atreve a hurgar donde otros solo decoran. En Citeyoco, celebramos las obras que arriesgan, que brillan y que incomodan. Esta novela hace todo eso, y más.