RESTAURANTE: Brindis, risas y mucho queso en Villa Capri
Color, croquetas y cócteles: así sabe el verano entre amigos
Una crónica gastronómica desde Villa Capri (C/ de Hortaleza, 118, Madrid), donde el verano se brinda entre risas, platos compartidos y mucha alma italiana.
Cuadrar agendas fue una pequeña hazaña. El grupo de WhatsApp echaba humo: “yo ese finde no estoy”, “¿y si lo pasamos a cena?”, “¿en serio otra vez italiano?”. Pero al final, lo conseguimos. Y valió cada minuto de caos organizativo por una mesa larga, soleada y llena de platos que parecían sacados directamente de un puerto en la costa amalfitana.
Porque si hay un sitio en Madrid que huele a verano —con salpicaduras de pesto y brindis con ron— es Villa Capri. Y no solo por su terraza alegre y su decoración de postal mediterránea, sino porque la experiencia completa parece diseñada para compartir: comida, sobremesa y carcajadas.
El escenario: Capri sin maleta
Nada más entrar, el espacio lo dice todo. Villa Capri es una fiesta visual: paredes con colorido casi tropical, vajilla que parece sacada de una trattoria en Positano, luces tenues que invitan a quedarse horas. En verano, su terraza es un punto y aparte. Fresca, coqueta y con ese murmullo urbano que suena a viernes por la tarde.
Un equipo que suma (y sonríe)
A todo esto se suma algo que no siempre se menciona pero marca la diferencia: el equipo de sala. Cercano, atento y con un ritmo perfectamente orquestado. Desde el primer brindis hasta el último café, nos hicieron sentir como en casa (pero con aire de vacaciones). Siempre disponibles, con recomendaciones acertadas, una sonrisa auténtica y sin agobios, incluso cuando la terraza estaba a rebosar. La atención fue otro ingrediente más del plan perfecto.
La comida: para el centro de la mesa y el centro de la conversación
Nos lanzamos al “modo compartir”, porque aquí todo apetece y elegir solo un plato sería un error estratégico.
Empezamos con las croquestar: cinco croquetas con bechamel de trufa, jamón de Parma y alioli. Crujientes por fuera, suaves por dentro, coronadas con trufa fresca. La típica entrada que desaparece antes de que termines de decir “¿queda alguna?”. Consejo de amiga: pedid la unidad extra.
Le siguieron los chicche al pesto di basilico, unos gnocchi caseros con pesto de albahaca, piñones y Parmigiano Reggiano. Verdes, cremosos, intensos. Sabían a Italia, y a verano.
Y entonces llegó el momento “wow” de la comida: carbomamma / per due. Un plato que es puro espectáculo: spaghetti caseros servidos directamente en una rueda de queso pecorino, traída por su productor Castagna, con guanciale auténtico de la Toscana y huevo. Solo lo sirven para dos personas, pero el show merece la espera. Cremoso, salado, perfecto. Un ritual en sí mismo.
Para beber, el protagonista indiscutible fue Colada por ti, un cóctel con ron Brugal Extra Viejo, lima, crema de coco y piña fresca. Refrescante, tropical, con la dosis justa de nostalgia caribeña.
Y como en toda comida de amigos que se precie, el postre fue doble. El clásico Tigramisù con su toque de Marsala, profundo y esponjoso. Y, por supuesto, Te queso mucho, la tarta de queso que cumple lo que promete: cremosa, intensa y con ese “no comparto ni un bocado” que siempre termina en cucharas cruzadas.
Esto no fue solo una comida
Fue un ritual de bienvenida al verano. Con brindis, sobremesa larga, sol en la cara y esa sensación de “tenemos que repetir esto pronto”. En Villa Capri, todo está pensado para eso: para disfrutar, sin prisas. Para reír hasta doler la cara. Para hacer fotos con fondo azul Capri y platos que parecen pensados para Instagram y para el alma.
Y cuando por fin nos levantamos de la mesa, lo supimos: no habíamos elegido solo un restaurante. Habíamos elegido el plan perfecto antes de que cada uno desaparezca del mapa.