LIBROS: Leticia Sánchez Ruiz firma un enigma entrañable en el corazón de Oviedo

Hay libros que, como las nieblas persistentes del norte, se deslizan lentamente sobre el lector hasta envolverlo por completo. El club de la niebla, la más reciente novela de Leticia Sánchez Ruiz (Grijalbo), es uno de ellos. Ambientada en una Oviedo melancólica y cautivadora, esta obra reconstruye con precisión de orfebre la atmósfera íntima de una ciudad que guarda secretos en cada esquina, y que se convierte aquí en el verdadero escenario de un misterio literario con resonancias profundamente humanas.

La novela parte de una desaparición tan literaria como desconcertante: la del renombrado autor chileno Gabriel Vargas Montseny, quien, tras asistir a una insólita tertulia en el mítico café La Patagonia, se desvanece sin dejar rastro. Veinte años después, la muerte de uno de los asistentes reabre una puerta que nunca se cerró del todo. En el centro de la historia, como testigo involuntaria y, más tarde, investigadora por vocación, se encuentra Alana Calume, una mujer marcada por su amor a lo antiguo, lo olvidado, lo que susurra desde los márgenes.

Sánchez Ruiz construye una narración que transita con soltura entre la intriga y la ternura, entre el drama y la nostalgia. El tono de la novela no se limita a resolver un misterio, sino que se adentra con sensibilidad en el alma de sus personajes: seres que coleccionan recuerdos, objetos perdidos, frases de libros como si en ellos estuviera la clave de lo que se nos escapa. Destaca especialmente la relación entre Alana y su tío Canor, excéntrico y entrañable, que ofrece algunas de las escenas más luminosas del relato.

La autora –ella misma librera, periodista y crítica literaria– conoce los mecanismos internos de la ficción y los maneja con soltura y cariño. Como en una partida de ajedrez emocional, dosifica la información con maestría y juega con los lectores sin traicionar su confianza, guiándolos con delicadeza hacia un final tan sorprendente como coherente con el tono de la obra.

Lo más notable, sin embargo, es el modo en que El club de la niebla rinde homenaje al poder de la literatura como espacio de conexión humana. Aquí, los libros no son solo pistas, sino refugios, espejos, armas. La lectura no resuelve el crimen, pero revela lo esencial: lo que cada personaje esconde incluso de sí mismo.

En un tiempo en que la novela negra tiende a lo efectista, Leticia Sánchez Ruiz opta por el misterio emocional, el pulso pausado, el valor del detalle. El resultado es una novela envolvente y profundamente original, que logra lo más difícil: permanecer en la memoria no por el crimen, sino por todo lo que lo rodea.

Porque lo que de verdad permanece tras cerrar El club de la niebla no es la desaparición de un escritor, sino el eco de las conversaciones que suceden entre cafés, el temblor de una ciudad que nunca olvida, y esa certeza serena de que, a veces, un libro puede ser el lugar más seguro del mundo.