LIBROS: La furia del linaje: Ane Odriozola y el oleaje de una época

En su nueva novela, Al subir la marea (NdeNovela, 2025), Ane Odriozola se adentra en los fondos más turbulentos del alma humana a través de un lienzo histórico monumental. Ambientada en la costa vasca del siglo XVI, la obra reconstruye con precisión documental y pulso narrativo el auge y la caída de una familia marcada por el poder, la ambición y la fatalidad. Pero detrás de esa trama de linaje y venganza late algo más hondo: la mirada de una autora que ha hecho del pasado un espejo para interrogar el presente.
Un linaje entre la madera y la marea
En Zarauz, 1568, Bartolomé de Irigoyen, maestro astillero, intenta mantener a flote el legado familiar tras el desastre de su galeón más ambicioso. Desde esa primera escena, Odriozola coloca al lector frente al rumor del mar y el crujir de la madera, símbolos de un destino que se construye y se destruye a golpes de orgullo y de tempestad.
Los Irigoyen —Pedro y Cristóbal, hermanos enfrentados por el poder y la herencia— son los herederos de una tragedia anunciada. A través de ellos, la autora convierte la historia familiar en un escenario donde los vínculos de sangre se confunden con los del dinero, el deseo y la culpa.
El desastre marítimo que abre la novela actúa como detonante de una cadena de desgracias: el negocio que se hunde, los amores traicionados, las alianzas que se rompen, la semilla de la venganza que germina en el corazón de una mujer humillada. Todo en Al subir la marea respira esa idea de catástrofe inevitable, de corriente que arrastra sin remedio.
Odriozola maneja el ritmo de los grandes folletines históricos, pero con una sensibilidad contemporánea. Su narración combina el vigor de la aventura con la hondura psicológica de la novela moderna, logrando que cada personaje —desde los Irigoyen hasta las mujeres que orbitan su tragedia— encarne una lucha interior entre la sumisión y la libertad.
Mujeres que resisten
Beatriz de Orreaga, Quiteria, Mariana o Sabina no son meras figuras secundarias; son el eje moral y emocional de la novela. En un mundo gobernado por hombres, estas mujeres reclaman su voz, aunque esa voz solo pueda pronunciarse desde la resistencia o la clandestinidad.
Odriozola las dibuja con un respeto profundo, como herederas anónimas de todas aquellas que, en silencio, sostuvieron los cimientos de una sociedad injusta. La alianza entre Beatriz y Quiteria —dos mujeres marcadas por la humillación que deciden tomarse la justicia por su mano— se convierte en una de las tramas más potentes y contemporáneas del libro: una reivindicación de la sororidad antes de que la palabra existiera.
La autora logra, además, equilibrar el dramatismo con la ternura, especialmente en la relación entre Mariana, prisionera de un matrimonio violento, y Hans, un joven tallador flamenco exiliado por motivos religiosos. En su historia se funden el amor prohibido y el ansia de libertad, pero también una reflexión sobre la redención y la belleza en medio de la oscuridad.
El mar como destino
El mar —presente en cada página como fuerza viva, como amenaza y como consuelo— es el gran protagonista simbólico de Al subir la marea. En él se entrelazan los oficios, los sueños y las ruinas de los personajes. La descripción de los astilleros, la caza de la ballena o los viajes a Terranova no solo revelan una documentación minuciosa; también componen un canto a la cultura marítima vasca, a la dureza de un trabajo que fue motor de vida y de tragedia.
Las escenas dedicadas a la pesca ballenera son de una plasticidad casi cinematográfica: se sienten el frío, la tensión y el peligro, pero también la épica cotidiana de los hombres que se enfrentaban al océano sin más armas que su fe y sus manos.
Retrato de una época y homenaje a una tierra
Si algo distingue la escritura de Ane Odriozola es su capacidad para convertir la historia local en literatura universal. Ya en El valle del hierro exploró los orígenes del mundo industrial vasco; ahora, con Al subir la marea, viaja unos siglos atrás para mostrar una Euskadi marinera, laboriosa y jerárquica, donde las casas torre de los nobles conviven con los talleres humildes y los conventos se convierten en refugio —o prisión— para las mujeres.
Cada escenario —Zarauz, Estella, Sevilla o La Rioja— está descrito con la precisión de quien ha olfateado los archivos y caminado los lugares. La ambientación no es un mero decorado: es parte esencial del relato. En ese sentido, la coincidencia con la inauguración en Albaola Itsas Kultur Faktoria de la réplica de la nao San Juan convierte la lectura en una experiencia doble: lo que Odriozola narra puede literalmente recorrerse hoy.
Una autora en plenitud
Ane Odriozola (Legazpi, 1979) ha construido su carrera paso a paso, desde la autoedición de su Trilogía de Gibola hasta su consolidación en el panorama nacional con El valle del hierro. En Al subir la marea alcanza una madurez creativa evidente: su prosa, elegante y envolvente, combina el rigor histórico con una mirada profundamente humana.
Su estilo —rico en imágenes, cadencioso, de ritmo sostenido— logra que las más de seiscientas páginas fluyan con naturalidad. No hay artificio: cada escena está al servicio del relato, cada diálogo avanza una emoción o un conflicto. La autora domina la arquitectura de la novela río, esa que se construye a base de múltiples voces y destinos entrelazados, sin que el lector pierda nunca el hilo.
Una lectura que permanece
Al subir la marea no es solo una novela histórica: es un viaje emocional, una exploración del poder, la memoria y la identidad. Odriozola escribe sobre el siglo XVI, pero sus temas —la desigualdad, la corrupción del poder, la lucha por la dignidad— resuenan con fuerza contemporánea.
Hay algo profundamente cinematográfico en su manera de narrar, pero también una sensibilidad poética que hace que el lector sienta la sal en la piel y el rumor de las olas detrás de cada página.
Con esta obra, Ane Odriozola confirma lo que ya apuntaban sus anteriores novelas: que posee una voz literaria sólida, con raíz en su tierra y proyección universal.
Al subir la marea es una novela que se lee despacio, se vive intensamente y se recuerda durante mucho tiempo.
Una lectura que merece ser recomendada con todas las letras:
historia, emoción y verdad.