LIBROS: Cuando el mito respira: la ambición arqueológica en ‘El sueño de Troya’

Con El sueño de Troya, Alfonso Goizueta confirma que su irrupción literaria no fue un destello momentáneo, sino el anuncio de una voz narrativa que entiende la Historia como un territorio vivo, movedizo y lleno de tensiones humanas. Lejos de limitarse a recrear un mito fundacional de Occidente, el autor madrileño propone en esta novela una inmersión inquietante en los engranajes de la obsesión, en el conflicto entre memoria y deseo, y en las sombras que acompañan a quienes creen estar descifrando la verdad del pasado.

Situada en la colina de Hisarlik durante los estertores del Imperio otomano, la novela se articula alrededor del joven Nicholas Yannikis, un arqueólogo en formación que busca escapar de una existencia anodina en Atenas sin prever que su deseo de aventura lo situará en el corazón de una disputa donde la ambición es tan demoledora como el sol que cae sobre las excavaciones. Goizueta aprovecha este escenario para construir un relato que combina la emoción del descubrimiento con la crudeza de una época en la que la arqueología era, a menudo, una carrera por el prestigio y el saqueo legitimado por la ciencia emergente.

La figura de Heinrich Schliemann —y, sobre todo, el contraste con la inteligencia lúcida de su mujer, Sofía— sirve para explorar la frontera borrosa entre la genialidad y la obstinación destructiva. El autor no se deja seducir por la imagen épica del “descubridor de Troya”, sino que examina los mecanismos psicológicos que pueden convertir un sueño en una condena. La excavación se convierte así en un espejo del alma: cada capa de tierra removida desvela algo más inquietante que un simple vestigio arqueológico.

Uno de los grandes aciertos de la novela reside en su capacidad para desplegar una atmósfera densa, casi hipnótica, en la que el lector siente el peso del polvo, el eco de los martillos, el temblor de las expectativas. Sin caer en artificios, Goizueta construye un ritmo que remite a los clásicos de aventuras del siglo XIX, pero con una sensibilidad contemporánea que subraya la fragilidad de las obsesiones humanas y la violencia silenciosa que a menudo acompaña a la búsqueda del conocimiento.

La prosa del autor —evocadora, elegante y precisa— sostiene una trama que combina misterio histórico, reflexión emocional y una mirada crítica hacia los pioneros de la arqueología moderna. Cada página invita a preguntarse no sólo qué se esconde bajo las ruinas de la antigua Troya, sino qué impulsa a los hombres a perseguir verdades que quizás nunca existieron. El sueño de Troya es, en ese sentido, tanto un relato sobre el pasado remoto como una meditación sobre la pulsión universal por trascender la propia vida.

Con esta novela, Goizueta consolida su lugar entre los narradores jóvenes más prometedores del panorama español: ambicioso, culto, sensible a los matices y capaz de convertir un episodio histórico en un relato vibrante que dialoga con nuestra época. Su aproximación a Troya no se limita a reconstruir una ciudad perdida, sino que desmonta y recompone el mito para mostrar lo que late bajo él: la vulnerabilidad humana frente al anhelo de grandeza.