CRÍTICA: ‘La partida’, una comedia para sentirse como en casa
Autor y Director: Oscar Sanz Cabrera. Actores: Jorge Cabrera, Alfonso Mendiguchía, Juan López- Tagle. Diseño de luces: Marc Duran. Escenografía: Gloria Díaz Llorente y José Crespo. Vestuario: El Farol. Música: Pablo Ballesta y Oscar Sanz Cabrera Fotografía y diseño gráfico: Panci calvo. Producción: CÍA. LA PARTIDA. A partir del 5 de julio a las 22:15 horas en el TEATRO LARA (Corredera baja de San Pablo, 15. 28004. Madrid).
Saladina Jota
«LA PARTIDA» llega al TEATRO LARA de Madrid después de un largo periplo, que comenzó allá por el año 2009, cuando se estreno con gran éxito en Barcelona. En esta ocasión Oscar Sanz Cabrera -autor y director de la función- pone en escena una versión revisada y cuenta con un nuevo reparto compuesto por Juan López Tagle, Alfonso Mendiguchía y Jorge Cabrera.
«LA PARTIDA» retrata las diferencias y las similitudes de tres tipos –David, Ricardo y Julio, amigos desde la infancia- que se reúnen una vez al mes para jugar una partida y que esta vez será un poco más… ¿cómo diría yo?… complicada. Tres tipos para echar de tu casa sino fuera porque al final te provocan una ternura incomprensible. Tres tipos física, intelectual y emocionalmente distintos, pero unidos por un ¡sabe Dios qué! inescrutable hasta para el mismísimo. Aunque pensándolo bien, quizás ustedes sí lo entiendan y puedan responder a la pregunta clave de la función: ¿por qué seguimos juntos?
Oscar Sanz Cabrera -autor y director de LA PARTIDA»- ha escrito una pequeña joyita, que reflexiona sobre la amistad. Indaga en sus fundamentos. Y cuestiona mantras típico-tópicos como: «los amigos son la familia que eliges» o «para eso están los amigos, para escuchar y ayudar cuando lo nececites».
Pocas veces uno asiste a una representación en la que el público del sigo XXI, a priori nada ingenuo, sea seducido, sorprendido y sugestionado de tal forma que acaba involucrado en la acción y reaccionando como un personaje más. Conseguir que el espectador se olvide de dónde está -aunque sea por unos segundos- y entre en el juego maravilloso del teatro, viviendo como verdad lo que es ficción, es mágico y eso lo consigue Oscar Sanz Cabrera con su ingenioso, minucioso y preciso trabajo de construcción dramatúrgica -tanto en el texto como en la puesta en escena-. Un trabajo en el que despliega conocimientos y rebela sus esencias y referencias. O por lo menos así lo parece en el sabor amargamente dulce que se respira en «LA PARTIDA». Sabor que recuerda de alguna manera a los personajes y las historias de Billy Wilder o Berlanga. Personajes personajes ingenuos, perplejos y asombrados ante su propio destino: el fracaso. Y, sin embargo, como polillas atraídas por la luz, se rompen la cabeza una y otra vez inventando estrategias -que no son ni conscientes ni razonadas- con el fin de lograr aunque sea un sólo triunfo en la vida. Porque en «LA PARTIDA» se juega otra partida, que como toda partida tiene un final seguro y un premio deseado.
Juan López Tagle, Alfonso Mendiguchía y Jorge Cabrera realizan un buen trabajo de caracterización externa de los personajes, componiendo su fisicalidad y gestualidad con acierto y solvencia. Personajes bien caricaturizados, pero pletóricos de verdad, de humanidad, y por ello previsiblemente imprevisibles, finitos, imperfectos y limitados.
La escenografía de Gloria Díaz Llorente y José Crespo, la música y efectos sonoros incorporados por Pablo Ballesta y Oscar Sanz Cabrera y el diseño de luces de Marc Duran cooperan con acierto y sencillez para recrear el minipiso cutre, en el que se juega «LA PARTIDA», y los lugares sugeridos que amplian el espacio dramático más allá del espacio escénico. El Vestuario de El Farol tiene la virtud de colaborar sin hacer ruido en el retrato físico y psicológico de los personajes, haciéndoles reconocibles sin estridencias innecesarias. Un trabajo en equipo que logra veracidad, armonía y coherencia en la puesta en escena capitaneada por Oscar Sanz Cabrera.
Como es deber de una buena comedia, el equipo de «LA PARTIDA» –que sí es compañía-, consigue alejarnos de la soberbia, de la santidad, la rigidez moral y los catecismos intelectuales que intentan, sin éxito, convertir al ser humano en lo que no es: un dechado de virtudes. Por esto y por muchas cosas más «LA PARTIDA» es una comedia indolora, de sabores ácidos y la paleta de colores del fracaso. Una comedia perfecta para el ser humano que se acepta como es: imperfecto. Porque las buenas comedias nos recuerdan que no somos un ideal de perfección, sino torpes, egoístas, mentirosos, interesados, manipuladores, traicioneros… ¡Vamos, unos angelitos! Y por esto mismo «LA PARTIDA» es una comedia plena de esperanza, pues sólo si nos miramos al espejo, y tenemos la valentía de vernos como somos, seremos capaces de mejorar o por lo menos de ser más felices.
El fracaso tampoco está tan mal, sobre todo si lo compartes a golpe de carcajadas.