CRÍTICA: Vuelve Buñuel a través de los ojos de Blanca Portillo

 

 


 

Luis Buñuel declaró al completar su obra cinematográfica, que no se trataba de algo que pudiera delimitarse con una sola explicación. Y es que El ángel exterminador puede interpretarse de cientos de maneras diferentes. Plagada de simbolismos no buscados por su autor, retrata una sociedad de apariencias que ante una situación límite, no pueden sostenerse.

 

Blanca Portillo decide, con la versión de Fernando Sansegundo, darle una nueva vuelta a este clásico del cine. Siempre que se adapta una película a teatro o viceversa, se cuenta con recursos diferentes que son capaces de dotar a lo que ya se hizo, de algo nuevo, consiguiendo que de pronto, todo tenga un punto de vista que antes no habíamos destacado.

 

Este nuevo ángulo vuelve a traernos a esa sociedad que da por hechas ciertas victorias en lo que se refiere al comportamiento humano. Que sencillamente entiende que la educación y las buenas maneras son algo intrínseco, que no puede perderse. Y sin embargo, nos vuelve a enfrentar a una situación límite, tras la cual esos entendidos pilares de sociedad, se tambalean sin remedio. Un grupo de amigos y conocidos son invitados a pasar una agradable velada en casa de uno de ellos, y sin que nada se lo impida o exista una razón aparente, ninguno de ellos es capaz de salir.

 

Blanca Portillo actualiza con su montaje lo que el maestro Buñuel plasmó en la pantalla en su día, utilizando unas reacciones más propias de nuestros tiempos, un lenguaje más cercano al nuestro, aunque dejando intacta la esencia y el mensaje fundamental. Un grupo de hombres corteses y educados que se transforman en violentos y sin miramientos, y unas mujeres discretas pero con cierta fuerza interior que acaban incluso sometidas a los actos de los hombres sin que su opinión cuente.

 

No tenemos ninguna duda de que el número de actores en escena y las pequeñas subtramas que rodean la obra implican un reto a la hora de ser adaptados al teatro, ya que no se cuenta con el recurso de los planos cortos, y sin embargo queremos destacar el inteligente uso de los espacios y de la luz, diseñada por Juan Gómez Cornejo, para conseguir que en todo momento tengamos claro dónde mirar. Una maravillosa escenografía firmada por Roger Orra, perfectamente pensada para cumplir con las necesidades del espacio teatral y que al mismo tiempo esté al servicio de la historia. Elementos inesperados que no revelaremos para no arruinar la sorpresa, pero que sin duda nos hacen ver que se trata de una gran obra de arte.

 

Y por supuesto, cuenta con un elenco sobresaliente, compuesto por 20 actores que realizan un increíble trabajo tanto a nivel individual como grupal. Resulta imposible, a pesar de saber dónde está sucediendo la trama, no desviar un poco la mirada para intentar apreciar lo que el resto de actores está haciendo. Cientos de acciones subtextuales que no pierden fuerza en ningún momento y que aportan una riqueza enorme a cada uno de sus personajes, generando muchísima curiosidad por descubrir sus pensamientos en ese momento.

 

Hugo Alcaide, Juan Calot, Inma Cuevas, Abdelatif Hwidar , Ramón Ibarra, Alberto Jiménez, Juanma Lara, Víctor Massán, Anabel Maurín, Manuel Moya, Dani Muriel, Alfredo Noval, Alex O’Dogherty , Francesca Piñon, Cristina Plazas, Camilo Rodriguez, Irene Rouco, Mar Sodupe, Mª Alfonsa Rosso y Raquel Varela son los encargados de dar vida a sus personajes. Un trabajo impecable, profundo, sensible, por parte de cada uno de ellos. Queremos mencionar desde aquí que lo que el espectador va a ver en el escenario, no es algo sencillo de conseguir, ya que requiere un intenso trabajo actoral previo, un uso de las herramientas actorales que viene precedido de un gran talento y profesionalidad y, lo que consideramos incluso más difícil, una capacidad para dejarse llevar por su personaje, para lo que es necesario conocerlo a la perfección.

 

Nos gustaría destacar desde aquí, además de todo el trabajo de cada uno de ellos, la fuerza interpretativa de Cristina Plazas, las fantásticas voces cantadas, tan distintas entre sí, de Victor Massán e Inma Cuevas, el punto de locura que diferencia los dos momentos del personaje de Dani Muriel, el registro que hemos descubierto en Alex O’Dogherty y que nos ha fascinado o la dulzura atormentada de Mar Sodupe.

 

No cabe duda que, como la propia Blanca Portillo defiende, “El ángel exterminador ya existe[..]Las herramientas del Teatro nos permiten volver a mirarla con ojos nuevos, con los ojos de hoy”. Un montaje sencillamente perfecto y delicioso que se hace eco de algo que necesitaba ser contado de nuevo. Un lujo que todo el mundo se debe conceder.

 

 

Datos de interés

  • Lugar: Teatro Español (Plaza Santa Ana. Calle Príncipe 25, Madrid)
  • Horarios: De martes a sábado 20h. Domingos 19h.
  • Fechas: Del 18 de Enero al 25 de Febrero
  • Venta de entradas: Web y taquilla