LIBROS: Eva García Sáenz de Urturi cierra su trilogía con solidez narrativa y madurez temática
La saga de los longevos 3. El Camino del Padre, una conclusión poderosa que consolida un universo narrativo singular
Con El Camino del Padre, Eva García Sáenz de Urturi culmina una de las sagas más singulares del thriller literario contemporáneo en lengua española. A trece años del debut de La Vieja Familia —la novela con la que la autora irrumpió en el mercado editorial—, y tras una larga travesía que incluye el fenómeno de La Trilogía de la Ciudad Blanca y el Premio Planeta por Aquitania, Sáenz de Urturi regresa a los orígenes de su imaginario para cerrar con firmeza su ambiciosa saga de inmortales.
La premisa de La saga de los longevos parte de una pregunta radical: ¿qué pasaría si ciertos seres humanos fueran biológicamente inmortales? A partir de ahí, la autora despliega una estructura narrativa que mezcla elementos del thriller contemporáneo con una rigurosa documentación histórica, atravesada por conflictos familiares, dilemas éticos, y una reflexión constante sobre el paso del tiempo y la identidad.
El Camino del Padre profundiza en esa mirada. La novela arranca con un estallido literal: una explosión en una clínica de Nueva York deja cinco cuerpos calcinados junto a cinco conchas de cauri. La simbología —una constante en la obra— se activa desde las primeras páginas. A partir de ahí, la historia se fragmenta entre escenarios y tiempos diversos: Nueva York, Massachusetts, Java y un retorno al siglo XIV en Bristol. Esta dispersión geográfica y temporal no solo amplía el mapa narrativo, sino que da cuenta de la dimensión global y atemporal de la amenaza que enfrenta la Vieja Familia.
En esta entrega, el protagonismo recae con mayor peso sobre Gunnarr, figura trágica que encarna la tensión entre la violencia heredada y la posibilidad de redención. Su evolución, más introspectiva que en entregas anteriores, dota a la novela de una profundidad emocional inusitada. Las escenas iniciales —especialmente las que lo muestran velando a Adriana en la morgue— revelan una sensibilidad narrativa madura, donde el dolor personal se entrelaza con decisiones de alto riesgo político y familiar.
El estilo de García Sáenz de Urturi, conocido por su claridad y ritmo ágil, se muestra aquí más contenido y reflexivo. El uso de capítulos breves y un tempo narrativo sostenido favorecen una lectura dinámica, pero no exenta de capas simbólicas y filosóficas. La autora evita la exposición gratuita o el efectismo, apostando por una tensión narrativa sostenida y un tratamiento respetuoso de sus personajes y sus dilemas.
En el núcleo temático de El Camino del Padre late una reflexión incómoda y actual: la guerra no se gana iniciándola, sino evitando que estalle. Este principio, expresado con contundencia en uno de los diálogos clave de la novela, trasciende la lógica del thriller para instalarse en el terreno de la ética narrativa. Los Hijos de Adán, organización enfrentada a los longevos, ya no son solo antagonistas: representan un sistema de creencias cerrado, una amenaza tanto externa como interna, pues los conflictos entre clanes también habitan dentro de la propia familia.
Nagorno, personaje inquietante y portador del corazón de Madre, emerge como figura de poder desestabilizador. Sus motivaciones, más cercanas al delirio mesiánico que a la estrategia política, tensan la novela hacia su clímax. Y Lür —la figura fundacional, el origen de todo— se convierte en clave para comprender tanto los errores del pasado como las posibilidades del futuro.
A nivel estructural, la novela ofrece un cierre funcional y emocional a la trilogía, sin recurrir a fórmulas fáciles. Las líneas argumentales abiertas en Los Hijos de Adán se resuelven con eficacia, y se permite incluso algunas conexiones sutiles con entregas anteriores que serán especialmente valoradas por quienes han seguido fielmente la saga.
No obstante, y desde una lectura crítica, puede señalarse que la novela conserva cierta moderación en su desenlace. A pesar del contexto épico, la autora opta por un final que privilegia el equilibrio emocional por encima del dramatismo extremo. Esta elección puede leerse como una muestra de madurez, aunque también deja entrever un margen narrativo que bien podría haber sido explorado con mayor radicalidad.
Eva García Sáenz de Urturi entrega con El Camino del Padre un cierre a la altura de su saga más íntima y audaz. Lejos de caer en la complacencia o en el agotamiento de su propuesta, la autora demuestra que el thriller puede dialogar con la filosofía, la historia y la emoción sin perder ritmo ni público. El universo de los longevos se clausura —al menos por ahora—, pero lo hace con un eco que invita a la relectura y a la reflexión, y que confirma a su autora como una de las voces más relevantes de la narrativa comercial con ambición literaria en español.