RESEÑA: La Tuerta, “Vive o muere, pero no lo envenenes todo”
Por Ana Rodríguez Cabrero
“Si vivimos pensando que la vida nos debe algo, cuando el amor nos haga señas no las veremos. Tengamos un ojo o los dos”. Hasta el 24 de diciembre, podremos disfrutar en el teatro Fernán Gómez de la ópera prima del actor y dramaturgo Jorge Usón, una propuesta teatral minimalista en cuanto a escenografía, pero repleta de carga actoral.
La obra arranca en pleno siglo XVI con la historia de Conchita, una joven doncella que cegada por la euforia de su primera cita amorosa queda tuerta de un ojo por un supuesto accidente. Con la venganza por delante, decide lanzar un maleficio al amor que afectará directamente a la joven Lucía, una bailarina del siglo XXI. Si ella no ama, no amará nadie.
La tuerta” se trata de un monólogo interpretado por la actriz y bailarina María Jáimez quien logra sostener con una profesionalidad indiscutible más de 80 minutos de espectáculo. Durante la obra da vida a varios personajes, demostrando un gran dominio expresivo y gestual, además de sumar la complejidad de tener que enfrentarse a un espacio teatral completamente vacío, sin más escenografía que una simple venda. El resto de los elementos son creados por el imaginario de la propia actriz y la ilusión que genera en el espectador. Si lugar a dudas lo más destacable de la obra es su capacidad interpretativa, así como la minuciosidad y el cuidado de cada uno de sus movimientos que, en ocasiones, parecían de una marioneta perfectamente
guiada.
En cuanto a la ejecución técnica cabe destacar el papel de la iluminación de Juan Gómez-Cornejo en este montaje, ya que al no haber escenografía cobraban mucho más protagonismo todos los juegos de sombras y cambios de luces para entender y contextualizar. Otro de los grandes elementos del montaje es la música de Torsten Weber y Mariano Marín, que aporta e impulso necesario para que el espectador viva una experiencia más inmersiva.
Sin lugar a duda, se trata de un gran tributo al teatro y a la compasión, una auténtica tragicomedia sobre el no poder amar ni perdonar, una obra en la que reír con el desparpajo de la actriz, pero también llorar con la triste realidad del trasfondo “¿Cómo dejar de mirar para llegar a ver?” En conclusión, si podéis “id a que os vea la tuerta”.