ESPECIAL: Aladdín en la era digital: la fantasía que aún necesita el mundo real

En una época en la que las historias se consumen deslizando el dedo por una pantalla, hay algo casi milagroso en ver a una alfombra volar ante tus ojos. Aladdín, el musical, que se despide definitivamente del Teatro Coliseum el próximo 20 de julio, ha sido durante tres temporadas un recordatorio poderoso: la fantasía no ha muerto, simplemente ha encontrado un nuevo hogar, cálido y colectivo, en el teatro.

Mientras las plataformas de streaming dominan el ocio diario y la inteligencia artificial amenaza con reescribir incluso nuestros cuentos más clásicos, este musical ha resistido como un oasis real y tangible. Entrar en el Coliseum no es solo asistir a un espectáculo; es desconectar del algoritmo y reconectar con la emoción compartida. Durante más de 900 funciones, Aladdín ha ofrecido no solo entretenimiento, sino también una experiencia sensorial completa e irrepetible, capaz de hacernos sentir como niños otra vez.

Producido por Stage Entertainment España y basado en la mítica película de Disney, el musical ha reunido a un elenco de primer nivel: Ferran Fabá como el soñador Aladdín, Jana Gómez en el papel de la valiente Jasmín y un deslumbrante David Comrie que reescribe con cada aparición lo que significa ser el Genio. Pero más allá de sus voces, lo que destaca es la energía viva que fluye desde el escenario hasta el último rincón de la sala.

Cada noche, más de 80 trucos de magia y una alfombra voladora —sí, de verdad vuela— compiten con las pantallas de nuestros bolsillos y ganan. Porque Aladdín no se ve: se vive. Y en una sociedad hiperconectada, donde lo digital a veces nos aleja más que nos une, ese momento en el que todo el público contiene la respiración mientras suena «Un mundo ideal» no puede descargarse ni reproducirse en alta definición. Solo puede sentirse.

En estos años, el musical ha demostrado que el teatro no es un lujo del pasado, sino una necesidad del presente. Aladdín no solo ha sido un éxito de taquilla; ha sido un acto de resistencia cultural, un canto a lo artesanal, a lo colectivo, a lo humano.

Quedan apenas unos días para que esta lámpara se apague. Si aún no has estado en Ágrabah, esta es tu última oportunidad. Porque sí, el futuro será digital, pero hay cosas —como la magia compartida del teatro— que ningún algoritmo podrá replicar.