CRÍTICA: Tiza, la confusión académica hecha comedia

 

Muchas veces al enfrentarnos a una comedia corremos el peligro de no ver bien lo que sucede detrás. La comedia va usualmente acompañada de adjetivos como ligereza o facilidad. Lo que quiero decir, con otras palabras, es que es un género teatral pensado para facilitar la vida a un espectador el cual, acompañado de las penurias de su día a día, necesita entretenerse.

Pero muchas veces es en las comedias donde encontramos la verdadera crítica social, aunque vaya empañada de risas. Hay una ambigüedad preciosa, en este género es donde encontramos la verdadera realidad pintada de una manera en la que podamos mirarla. De hecho, esta es una buena perspectiva desde la que contemplar la obra Tiza.

Al acudir a ver la obra Tiza fui con las expectativas puestas en esta ambigüedad con la que juega la comedia, y efectivamente la encontré. Es una obra amena, no está cargada; no está llena de mensajes profundos. Sin embargo al tratar un tema tan grande como es el tema de la educación hayamos profundidad. Con núcleo central que permite hablar de los padres, de los profesores, de los alumnos y de la presión externa a la que te somete la vida en el trato con los niños. Amplios sectores del público pueden sentirse identificados con los problemas que en ella se tratan. Si tienes hijos, si eres profesor, o si eres cercano a todo ese mundo vas a poder apreciar y disfrutar la obra mucho más. Pero la risa, junto con el disfrute, están asegurados a todo espectador.

Desde el comienzo de la obra destaca un elemento escénico que me encantó, la pizarra. Esta se ve como una metáfora preciosa de lo que es la educación, una comunicación constante de ideas, una entrada y una salida de las mismas. Blanca Oteyza consigue resaltar el trabajo de los actores. Y es que la pizarra también se utiliza de puerta, de elemento de conexión entre espacios y tiempos… me parece que si la escenografía hubiera estado más cargada, los personajes y sus historias habrían perdido la fuerza que tienen. Los padres están rodeados de pizarras mientras discuten entre ellos sobre cómo educar correctamente a su hijo; y, sin embargo, en medio de todo este entorno, se encuentran unos personajes que realmente no saben que hacer con su hijo, no saben como adaptarlo al mundo, por mucho que crean saberlo. Los profesores tampoco tienen ninguna idea. Hay un entorno donde adultos conversan sobre algo que realmente no saben, el cómo.

¿Cómo hacer que ese pobre niño aprenda y »llegue a ser algo» en la vida?

Hay una enorme presión sobre el futuro del niño, y todos, padres y profesores, se encargan de ello, enfrentándose a situaciones verdaderamente absurdas y graciosas. Plantean una serie de situaciones que dejan apreciar que todas sus aspiraciones son problemáticas, como la creencia de que si vas a determinado colegio obtienes determinado reconocimiento social, y, de que si no, no. Los personajes aparecen bastante frustrados, cada uno a su manera, y esa frustración resulta entremezclarse con comedia. Están muy conectados entre sí, con diálogos que resultan amenos y con gran ritmo. Clara Galán, Cayetana Oteyza, Álvaro Sotos y Marcos Orengo son potentes actores, que permiten ver un elenco en sincronía. La obra lleva interpretándose un tiempo y se nota que los actores le dan oportunidades a la improvisación, a crear cosas nuevas en el escenario.

Así, la historia que gira en torno a Roberto, un niño tartamudo que intenta abrirse paso en un mundo que lucha por no dejarle, plantea a lo largo del transcurso de la obra que el verdadero problema no es el niño, sino más bien los propios adultos.

Susana Prieto y Lea Vélez consiguen hacer una crítica sobre la presión a la que es sometido el adulto dentro del engranaje de los colegios privados. Una crítica que resulta graciosa por respetar bien los límites del propio humor. ¿Podría ser más ácida? Sí. Pero no habría resultado tan fluida.

La recomiendo sobretodo a gente que se sienta identificada con este tipo de dilemas acerca del mundo de la educación, la dicotomía privado-público, listo-tonto, éxito-fracaso. Si alguna vez has sentido que estos dilemas son importantes para ti, deberías ir a verla. Sin duda esta obra garantiza la comedia, además de hacerlo a través de un fenómeno social hasta ahora poco tratado.