CRÍTICA: ‘El Otro’, la búsqueda de una identidad
“Después de estos días escuchando hablar del coronavirus, en Citeyoco, queremos acercaros al teatro, tan necesario en nuestras vidas. Y es que hoy más que nunca, necesitamos poner la mirada en el otro. Es por esto que os traemos la reseña de ‘El Otro’ de Miguel de Unamuno, que se estrenó el pasado mes de Marzo en el Teatro Fernán Gómez, de la mano del Desván teatro en una coproducción hispano-mexicana”
Antes de que las calles se vaciaran, los teatros se llenaban de ilusión y de historias. Antes de que el miedo a lo desconocido se introdujese en nuestras casas, y que sintiésemos que un extraño se apoderaba de nuestros actos, el Desván teatro nos traía una historia sobre la identidad del individuo. Cuando lo inimaginable se volvía realidad, sobre las tablas, un desconocido se hacía llamar El otro, y nos hablaba de la dualidad del ser humano frente a las decisiones, frente al destino. Enfrentándonos a la otredad del ser humano, Unamuno escribe “El otro” en 1926, la que será una de sus últimas obras dramáticas. Casi 100 años después, la versión de Alberto Conejero -dramaturgo y poeta- nos invita a ubicar la trama en una España abatida tras la Guerra Civil, buscando de fondo su identidad como nación. La razón o la lógica, es lo único que puede quedar cuando no hay nada, y entonces, ‘El Otro’, nos atrapa en ese misterio que busca la verdad. La verdad procedente de uno mismo: su propia personalidad.
Esta obra está dirigida por Mauricio García Lozano, director mexicano de teatro y ópera de gran recorrido, que nos acerca, en este universo de posguerra, a unos personajes enfrentados entre sí. La búsqueda de una verdad que les salve hará que se pierdan en la otredad, buscando un significado a su propia existencia. Unamuno presenta esta situación frente al conflicto de Caín y Abel y, durante la obra, deja que el espectador decida quién fue el culpable; uno, dos o si su rivalidad les anuló hasta no poder existir. El gran misterio que rodea este montaje, deja abierta la verdad a la interpretación del espectador, que observa desde el patio de butacas.
Este montaje nos cuenta la historia de una familia asolada por una desgracia: Una muerte. El misterio de esta tragedia surge ante el conflicto que sufre Cosme, encarnado por José Vicente Moirón que realiza un gran trabajo corporal y vocal; pues Cosme no sabe exactamente distinguir si realmente él sigue siendo Cosme o más bien el otro, el que todos creen fallecido. José Vicente dota de vida este conflicto interno, contagiando al espectador de su angustia y desolación. Un trabajo actoral de gran magnitud, sobre el que gira esta trama, que traza con gran maestría y desenvoltura. Le acompaña, como Eva, Silvia Marty con una interpretación maravillosa, dura y dramática, como la amante del fallecido o del otro. Domingo Cruz da vida a Ernesto, el hermano de Laura, con una interpretación controlada y medida, dando vida con precisión al personaje. El reparto se completa con Carolina Lapausa, encarnando a Laura la mujer de Cosme, y acompañada por Celia Bermejo en el papel de la Ama. Este gran equipo conforma un elenco dirigido con destreza.
Este demoledor conflicto de la personalidad, viene acompañado por una escenografía deconstructivista, con tendencias expresionistas, concebida por Diego Ramos. Nos presenta una vivienda de postguerra y donde la batalla continúa en su interior, desprovista de artificios y ornamentos. La vivienda parece derrumbase junto a sus secretos y conflictos. Fran Cordero se hace cargo de la iluminación acompañando el misterio de la obra hasta el final.
Para Citeyoco es un honor acercaros esta obra, en este momento de confinamiento, animándoos a que os encontréis en el otro, como a vosotros mismos. Confiamos que termine pronto esta espera y podamos volver a ver sobre las tablas este increíble montaje. Pues pocas ocasiones hemos tenido de poder contemplar un conflicto tan necesario ahora mismo: La búsqueda de una identidad.