LIBRO: “A fuego lento”: la adolescencia en la era del clic y la herida invisible

En un tiempo en que los dispositivos digitales se han convertido en prolongaciones del cuerpo, Noemí Saiz firma con A fuego lento (Sekotia) una novela que actúa como espejo incómodo de la infancia hiperconectada. A través de la historia de Marta, una adolescente que accede al universo de las redes sociales sin el acompañamiento necesario, Saiz construye una narración que va más allá del relato de iniciación: es una radiografía del desamparo moderno y del vacío emocional que muchas veces se esconde tras la pantalla.
La autora combina la precisión filológica con una mirada maternal y crítica para mostrar cómo el acceso precoz a la tecnología puede alterar los ritmos naturales del crecimiento afectivo. El resultado es una historia que duele, porque se siente cercana. La pérdida de la inocencia de Marta no llega por una catástrofe externa, sino por algo tan cotidiano como un regalo de cumpleaños. Ese gesto —aparentemente inocuo— se convierte en detonante de una cadena de silencios, secretos y heridas digitales que trastocan la vida familiar.
Saiz aborda el tema con una prosa contenida, casi confesional, donde cada frase parece pronunciada desde la respiración entrecortada de quien ha visto el daño y se niega a mirar hacia otro lado. En esa lentitud del título —ese “fuego lento” que cocina tanto la culpa como la esperanza— se halla la clave de una lectura que invita al diálogo entre generaciones.
La novela también es una llamada a la responsabilidad colectiva. En un país donde la mayoría de los niños accede a su primer móvil antes de los doce años, A fuego lento plantea preguntas urgentes: ¿sabemos qué entregamos realmente cuando ponemos un teléfono en manos de un menor? ¿Qué queda de la conversación familiar cuando la atención se dispersa entre pantallas?
Lejos de la moralina, Noemí Saiz elige el camino de la verdad emocional y la posibilidad de redención. Su propuesta se prolonga más allá de las páginas del libro con Trabajando Esperanza, un proyecto que busca acompañar a jóvenes y familias en su reconstrucción interior. Porque, como sugiere la autora, frente al ruido digital, la verdadera conexión sigue siendo humana.
A fuego lento es, en definitiva, una lectura necesaria: un espejo que incomoda, una advertencia que acaricia y una historia que nos recuerda que educar en tiempos digitales exige más presencia que dispositivos.