CRÍTICA: “El terrario”, una novela de búsqueda, ética y memoria
Dos años han pasado desde que la escritora Carmen Guaita diera vida a Eulalia Requena, la protagonista de su exitosa obra “Jilgueros en la cabeza”. El pasado 23 de febrero se presentaba en Madrid “El terrario”, segunda novela de la autora.
La vida de una persona puede cambiar en sólo un segundo, una vida, en definitiva, está llena de historias que se mueven con las circunstancias. Juan Arnabal realiza un viaje a través de su pasado, su presente y su futuro durante cinco jornadas determinantes en “El terrario”. Tras abandonar su aldea minera años atrás, Juan ha llegado a encabezar un emporio industrial en el País Vasco. En junio del año 1959 llega a su vida Ramón, un chico con el alma de fuego como el de Juan pero con ideas muy diferentes, el hijo que dejó en la aldea antes de irse para no volver.
En palabras de la propia Carmen Guaita se trata de “una novela de búsqueda, de ética y de memoria”, en ella, la ficción está adornada con pinceladas de historia. En “El terrario” nada queda al azar, la estructura y las expresiones contribuyen a una construcción mimada del espacio y del tiempo. Las palabras escogidas cuidadosamente crean una narración pragmática y descriptiva que hace volar la imaginación de lector/a para llevarlo/a a cada momento y a cada lugar.
Hay una esencia común en “El terrario” y en “Jilgueros en la cabeza”: la sensibilidad de la autora para contar la vida, en todo su esplendor, a través del alma de cada uno de los personajes que aparecen en ellas. El amor a la cultura impregna las páginas de cada libro de Carmen Guaita, llenas de arte y música, de las inquietudes eternas del ser humano que viven sobre los escenarios, en las notas musicales o en los versos.
“Pervivir o desaparecer. Tal vez saber morir fuera pervivir también”. Esta reflexión acompaña durante toda su vida a Juan Arnabal, protagonista de “El terrario”, al fin y al cabo la vida, desde el alma de una mujer, no es diferente desde el alma de un hombre.