CRÍTICA: Una versión que trae su mensaje clásico a la actualidad más feroz
¿Quién no conoce el clásico de Shakespeare en el que dos parejas de amantes pasan una noche en el bosque mientras sus decisiones están influidas por el capricho de un ser que los observa? Un texto susceptible a cambios, a distintos prismas e interpretaciones, pero que de una manera u otra ha conseguido permanecer y destacarse como un texto que puede resultar atemporal y transmitir el mismo mensaje de manera actual.
Voadora cumple 10 años y apuesta por un montaje completamente revolucionario, íntimo y salvaje, valiente y sensible. Siguen siendo los mismos amantes, siguen queriendo escapar de las imposiciones y siguen siendo manejados por las ideas de alguien externo a ellos. Pero esta vez, ese mundo es cercano, y se transforma, en un maravilloso giro, en una realidad muy presente, que siempre lo ha sido pero que ahora toma más fuerza para hacerse visible, respetada y entendida: la libertad de escoger, en el más amplio sentido de la palabra.
No se puede negar que se trata de algo rompedor, alejado, aunque no totalmente, del clásico casi onírico y dulce que el autor inglés escribió. Con una gran carga visual, a pesar de tratarse de una escenografía muy sencilla. Con un significado más allá de lo predecible en cada cosa, cada palabra, cada vestuario…
Un Lisandro que empieza a serlo ahora por fin, aunque nadie, salvo su amada, parezca comprenderlo, un Puck que corre por el bosque desnudo y con zapatillas con luces. Una reina de las hadas muy sensual o una Helena desesperada con nuevos motivos y una nueva historia que potencia su deseo de mantener a Demetrio a su lado. Y aún así todo está donde debe estar, donde siempre ha estado, solo que quizá ahora seamos un poco más capaces de ver más allá.
Un maravilloso trabajo coral por parte de sus actores, creando un precioso grupo en el que cada personaje está unido a los demás, y por ende, al mensaje que busca transmitir. Fantástico trabajo corporal y gestual, aunque en este aspecto tenemos que destacar y aplaudir especialmente a Andrea Quintana, Lisandro. Todo un despliegue de habilidades, incluyendo la voz cantada de Diego Anido y José Díaz, a los cuales felicitamos desde aquí.
Una versión completamente libre de prejuicio y de barreras de ningún tipo, con una más que necesaria y preciosa guinda final de la mano de Paris Lakryma. Gracias, Paris, por tu valentía y por hacernos partícipes de algo tan íntimo y tan importante. Importante para tí e importante como algo que todos los demás debemos aprender a respetar y comprender. Ah, y esto del teatro ¡no se te da nada mal!
Una auténtica joya que viene en un estuche clásico pero que guarda en su interior algo totalmente inesperado, bello y necesario para el mundo actual. ¡Bravo!